Epílogo.-

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—En este mismo momento me vas a decir en dónde estás, Erick Brian Colón.—reclama la voz de mamá del otro de lado de la línea telefónica.—Hoy cuando llamé a Gray para poder hablar con mi hijo me encontré con la noticia de que mi hijo se marchó junto a otros chicos a quien sabrá Dios dónde...

—Bueno, se llama Fiorella…—murmuro.—Y es un pequeño país de Europa…

—No estoy para bromas, Brian.—farfulla.

Me rio en voz baja y niego lentamente.—No es una broma, mamá…

—¿Se puede saber cómo diablos es que tú…?—su pregunta queda suspendida en el aire en el momento en el que mi voz la interrumpe.

—Mi papá me ayudó.

—¿Qué?

—¿No es genial que ahora tengamos una buena relación…?—murmuro y ella larga un suspiro.

—Cuando tu padre me lo contó realmente no podía terminármelo de creer…—susurra.—Así que es verdad…

—Bueno… ¿cada cosa pasa por algo no es así…?

—¡No uses la psicología inversa conmigo, jovencito!—reclama. Me quedo en silencio un largo momento hasta que soy capaz de escuchar su risa.—Escúchame…es obvio que estoy completamente enfadada contigo por haberte ido sin decirme nada…—pausa.—Pero en el fondo me da gusto que al menos esta locura haya funcionado para que la relación con tu padre finalmente esté funcionando…

—No es que seamos los mejores amigos, mamá…

—Por algo se empieza definitivamente.—decide. Me rio en voz baja.

—Tengo que irme.—decido.—Estoy en medio de algo realmente importante y…

—¡Erick!—reclama. Llevo mis ojos hasta los chicos que permanecen de pie vistiendo trajes y vestidos pulcramente limpios y planchados hechos a la medida, igual que el mío –cortesía del diseñador exclusivo de la madre de Arisbeth- antes de llevar mi atención más allá de ellos; justo al pequeño cubículo de cristal donde descansa la corona.

—Te contaré todo cuando vuelva, lo prometo.—respondo de inmediato.—Sólo confía en mí ¿de acuerdo?
La escucho suspirar.—Está bien. Pero en cuánto vuelvas tú y yo hablaremos muy seriamente, jovencito…

—Está bien, mamá.

—¡Y también voy a castigarte!—decide.

—¡Me parece perfecto!

—¿Qué?

—Sólo digo.—me rio.—Te llamaré tan pronto como me sea posible, lo prometo.—y tras decir aquello finalizo con la llamada.

Inspiro con fuerza antes de dejar salir el aire de mis pulmones y acercarme a mis amigos.—¡Al fin vuelves!—se queja Christopher.

—Estaba hablando con mi madre.—respondo encogiéndome de hombros.—De todos modos ya estoy aquí…

El sonido de trompetas al estilo de una película de Hollywood se hace presente y mi corazón da un vuelco cuando todo el mundo se pone de pie. Lo hago.  Cuento mentalmente cada segundo que va transcurriendo y cuando finalmente veo a Arisbeth se pasea a nuestro lado con pasos lentos pero firmes mi corazón da un vuelco.

Porque luce completamente hermosa. Cada detalle de su apariencia ha sido cuidado minuciosamente. Cada paso ha sido medido. Cada movimiento ha sido estudiado y aunque sobre su cabeza descansa la tiara que la hace princesa, ella ya es una reina.

¡Y es la reina más preciosa que vi alguna vez!

—Cierra la boca que se te va a caer la baba…—comenta Zabdiel con una risita baja.

UNA PRINCESA EN APUROS |Erick B. Colón.(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora