Capítulo 9

1.4K 290 57
                                    

Allí dentro era difícil saber si era de noche o no, pero por el reloj de pulsera de Zack, podían asegurar que eran las ocho de la noche y que debían parar. Parecía que la ciudad se terminaba y que el camino de piedra que habían estado siguiendo se hacía cada vez más pequeño, perdiéndose colina arriba, entre rocas y árboles secos.

Habían dejado atrás la última casa y Cranium había metido la cabeza entre las raíces de un tronco.

—Creo que deberíamos dormir —dijo Zack—. Bueno, tú. ¿Quieres hacerlo aquí afuera o...? —Se giró para ver la última casa—. ¿Ver si adentro hay buen lugar?

Regresaron hasta la casa y se metieron por el hueco de la puerta. Dentro no había nada, más que los restos de alguna mesa de piedra en la primera habitación. Era más pequeña que las de la ciudad y descubrieron solo un cuarto más, con restos de lo que parecía ser una cama de madera.

—Está desecha —comentó ella, entrando después de él—. Mira, se está haciendo polvo.

—Debe tener siglos y siglos de antigüedad. ¿Milenos tal vez? Lo que no entiendo, es porque esos árboles secos tampoco se deshacen —contestó Zack, agachándose para agarrar un trozo de la madera. La hizo triza con los dedos en un segundo.

Ella no tenía una respuesta para eso, así que solo se limitó a observar por la abertura que era la ventana. Desde allí, se podía apreciar la ciudad que estaban dejando atrás, cruzada por abismos tenebrosos. Se puso en puntas de pie para intentar ver algo más y solo comprobó que desde donde estaban ya no se podía ver ni el portal ni el primer puente.

—Si estás muy cansada mañana —dijo Zack, sacando la bolsa de dormir y estirándola lejos de las maderas—, puedo cargarte.

—¿Con todos los bolsos? —contestó ella, alejándose de la ventana. Se sentó sobre la bolsa de dormir y se comió la mitad del siguiente envase de comida. La milanesa de pollo estaba un poco dura y no le quedó otra que intentar calentarla con el fuego de sus manos. Obviamente, tuvo el cuidado de no poder la llama justo debajo del plástico. A Zack se le ocurrió cercar el envase con un escudo, junto con la llama, y lo dejaron allí por unos minutos. Por unos momentos, se rieron con el improvisado horno mágico que habían inventado entre ambos. Con eso, la milanesa se ablandó y pudo comerla mucho mejor.

—Espero que toda esta comida alcance. —Zackary se la pasó acomodando todo dentro del bolso con alimentos, mientras ella enfriaba agua y la bebía directamente de la botella—. Tenemos ocho platos envasados, ocho y medio —añadió, señalando lo que Zoey había dejado—. Lo que nos alcanzará para algunos días más. Allí, dependerás solamente de las galletas y los sándwiches de miga. Siento que al final sí fue poco.

Ella contó con la cabeza. Iba a tener que racionar todavía mejor.

—Comeré mitad en cada almuerzo o cena. Por suerte, si guardamos las botellas, podría rellenarlas con agua, ¿no?

En seguida, él puso mala cara, dividido entre la idea de las botellas —que le parecía genial— y el asunto de dejar de comer —que no le gustaba para nada—.

—Tampoco es para que te mueras de hambre.

—Estamos tratando de sobrevivir, ¿o no? No sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí...

Zack no discutió, guardó todo y tiró del cierre del bolso grande. Le tendió un paquete con toallas húmedas, esas que se usan para limpiar a los bebés, y ella se frotó algunas partes del cuerpo una vez se hubo sacado esa ropa. Cuando estuvo un poco más limpia y con nueva ropa interior, se acomodó dentro de la bolsa de dormir y lamentó no poder cepillarse los dientes, pero no podía usar el agua en eso. Además, dudaba que para su no-novio fuese un problema.

El arca [El dije #3] (MUESTRA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora