Capítulo 2

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Zoey tenía frío, lo suficiente como para sentirse incómoda viajando de esa manera sobre la espalda de un chico muerto que no paraba de hacer bromas insulsas y poco decentes sobre la forma de las nubes.

Zackary intentaba quitarle un poco de tristeza al asunto, pero al menos ya hacía un cuarto de hora que a ella no le daba gracia que encontrara formas de aparatos reproductores masculinos en cualquier masa blanca que viera en el cielo. Había respondido a sus chistes con unas risitas de compromiso. En realidad, prefería llorar.

Había dejado todo atrás: el colegio, a Jessica, a James, a sus padres e incluso al bodoque de su hermanito. Toda su vida ahora era un recuerdo de lo que jamás volvería a ser, porque a partir de eso, ella sería, justamente, la tercera chica de esa institución en verse inmiscuida en graves situaciones. Al menos, sería la segunda desaparecida.

Apoyo el mentón en el hombro de Zack y contuvo el llanto una vez más. Su familia explotaría de dolor cuando lo supieran, si es que no lo sabían ya. Miró el cielo, entonces, no por las bromas de Zackary, sino para ver la altura del sol.

Sí, tal vez ya lo sabrían. Era pasado el mediodía y ellos estaban ya bastante lejos de Villa Helena. Habían pasado parte de la madrugada viajando y con esa cantidad de horas, no había posibilidad de que llegasen a encontrarlos si mandaban a buscarlos. Bueno, a buscarla a ella.

Por otra parte, pensaba en lo difícil que iba a ser para Jessica y para James mantener la historia. En especial para Jessica, que por ser su mejor amiga cargaría con la mayoría de los interrogatorios.

Tampoco pasaría mucho tiempo antes de que investigaran la terrible explosión de la noche pasada y allí hallarían el templo destruido. Si los tipos eran muy rebuscados, seguramente relacionarían su desaparición con ese hecho y Jess también tendrían que luchar con eso. Cerró los ojos un momento y le pidió al universo que apoyara a su amiga y no la dejara caer. Incluso así, no la culparía.

Pero, a pesar de que le dolía todo lo que había perdido, también era plenamente consciente de que debía concentrarse en lo que venía. Tenía miles de datos en la cabeza, además de teorías conspirativas y posibles hipótesis de lo que era el dije verdaderamente y de lo que Peat significaba para él.

En cualquier caso, tanto ella como Zack habían tenido una cosa en claro: Peat estaba herido y se había marchado, pero se recuperaría y volvería por ellos. Y ninguno pensaba esperarlo sentado. Ahora la única esperanza era descubrir la Ciudad de Césares y encontrar algo, siquiera, que pudiera indicarles cómo protegerse y cómo deshacerse de la amenaza.

Y todavía con eso en la mente, seguían avanzando sobre, valga la redundancia, nubes; muchos castillos en el aire. Porque, como siempre, ningún dato era certero y nunca estaban seguros de que algo fuera real. Sobre todo, porque el dije había permanecido en absoluto silencio desde la noche. Otra vez era como tener una cosa muerta colgando del cuello y la incertidumbre de su ausencia era lo más confuso.

Ella no podía dejar de darle vueltas al asunto y pensar en lo que de verdad ocurría y si ese silencio debía significar que Peat estaba lejos. Quería creer que sí y, a la vez, no quería aferrarse a ninguna creencia más. La única idea fija que logró instalarse era la de tranquilizarse. Tenía que tranquilizarse. Todo estaría bien si iban con cuidado.

—Tal vez deberíamos parar, ¿no? —preguntó Zack, dejando de pronto el chiste de las nubes. Redujo la velocidad y se detuvo en medio del camino de tierra que corría junto a la carretera.

—¿Ahora?

—¿No tienes hambre?

Ella miró nerviosamente a la desolada ruta provincial. «Tranquilízate, hemos dicho», se repitió.

El arca [El dije #3] (MUESTRA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora