EL ATRIL 2: ISABEL

CAPÍTULO 4

El vino me hace tener la cara sonrosada, pero el comentario de Matt hace que suba la intensidad del calor en mis mejillas.

- Ahhh... ehhh... - balbuceo sin saber qué decir, sintiéndome aún más estúpida.

Oigo un suspiro al otro lado del auricular.

- Supongo que eso significa que estás bien.- dice.- Eso es lo importante ahora mismo.

- Sí, sí, estoy bien.- respondo, tratando de recuperar la compostura y algo más despejada por la sorpresa.- ¿Y tú? Lo último que vi fue... bueno...

- Sí, me mataron. No pasa nada, ahora lo importante es ocuparnos de solucionar lo de Isabel. Estás con tu madre en el Staypineaple, ¿no?

Parpadeo sorprendida un par de veces antes de contestar.

- ¿Cómo sabes eso? ¿Y cómo me has encontrado tan rápido?

- No ha sido tan rápido como me hubiese gustado.- aclara.- Pero es mejor que te lo cuente en cuanto nos reunamos. ¿Podéis coger el primer vuelo disponible a Washington D.C.?

- Pues... ehh... no lo sé.- respondo.- Tenemos que llevarnos a mi gata... y no la aceptan en todas partes...

- Mientras la acepten en el vuelo no habrá problema, os podéis quedar en casa de mi abuelo mientras buscamos cómo resolver esto.

Por mi parte no hay problema, pero no tengo claro que mi madre quiera quedarse allí. No se fía de Matt... y por mucho que me duela, no puedo culparla por ello.

El alcohol no me deja pensar con claridad, así que decido dejar a un lado esa decisión y consultarla más adelante con ella.

- Vale.

- Bien. ¿Tu número de telefóno es el 5554784923?

- Sí, pero...

- Te he llamado, pero no coges.

Maldigo entre dientes al darme cuenta de que al salir con las prisas, lo he dejado en mi habitación. Entre todo el tema del atril y marcharnos a toda velocidad, no me había dado cuenta hasta ahora.

- No importa, hablamos por el de tu madre.- continúa Matt ante mi silencio.- Te voy a mandar mi número de teléfono por si os hace falta cualquier cosa. Avísame en cuanto sepas en qué vuelo vienes y a qué hora.

- Vale.- repito de nuevo, algo aturdida.

- No te preocupes, Anna. Todo irá bien.

Noto cómo el corazón se me encoje y se me escapa una lágrima.

- Lo sé.- respondo.

- Te veo en unas horas.

- Sí.- asiento ante de colgar.

Me seco las mejillas con un movimiento rápido y me giro hacia mi madre para contarle la conversación, pero la veo completamente dormida encima de la cama. No puedo evitar sonreír al verla: con las gafas ladeadas, un pequeño hilillo de saliva saliendo de la boca abierta y ocupando prácticamente toda la cama con los brazos y las piernas.

Le quito los zapatos y las lentes con cuidado, para luego cubrirla con una sábana. Yo también empiezo a notar el cansancio, pero quiero dejar listo el tema de los billetes cuanto antes.

Conecto el portátil y consulto los vuelos. Tengo suerte y hay uno directo que nos dejará en el aeropuerto de Dulles en algo menos de cinco horas. Sale en seis, lo que me deja cuatro para organizar todos nuestros trastos... incluyendo la enorme pizarra blanca.

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- Creo que necesito más café... y otro paracetamol.- murmura mamá mientras esperamos en la zona de embarque.