CAPÍTULO 10

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Desliza una mano por mi cintura y me acerca a él sin decir ni una palabra. Al tiempo que me atrae, con la mano libre cierra la puerta, quedándonos dentro de la habitación.

Posa su boca en la mía y me besa con pasión. Una pasión tan intensa que me recuerda a ese primer beso que nos dimos, para nosotros hace ya mucho tiempo. Cuelgo mis brazos de su cuello y se lo devuelvo con el mismo ardor.

Se aparta apenas unos centímetros de mí.

- ¿Estás segura?- susurra. Su pecho, marcado levemente con la camiseta que se ha puesto para dormir, se eleva por su respiración agitada. En los pantalones cortos se aprecia una protuberancia importante entre las piernas.

- Deja de hablar... y bésame.- respondo con una sonrisa, evocando nuestro primer encuentro.

Sonríe y no insiste más. Da un paso adelante y me empuja contra la puerta, dejándome atrapada con su propio cuerpo y profundizando el beso como nunca antes había hecho. Una de sus manos se desliza por mi pelo y me hace girar suavemente la cabeza, dejando expuesto mi cuello. Sus labios comienzan a marcar un ardiente camino hasta mi oreja, la cual besa y mordisquea, haciéndome jadear. La otra pasa de la cintura a mis nalgas, que aprieta con deseo, alzándome unos centímetros.

Mordiéndome el labio inferior, me aferro al cabello de su nunca, tratando de acercarlo aún más, que no quede ni un milímetro de espacio entre nuestros cuerpos calientes.

Pronto su boca vuelve a la mía y su lengua me busca con urgencia. Mientras la humedad de mi sexo aumenta generosamente, bajo mis brazos y tiro de su camiseta, deseando quitar todo obstáculo entre nuestra piel.

Se aparta lo mínimo y se quita la prenda rápidamente, dejando al descubierto su torso, fuerte, viril, ligeramente cubierto de vello. Su sola visión me hace la boca agua. Me apresuro a imitarle y me deshago de mi propia camiseta liberando mis pechos, endurecidos por la excitación.

Volvemos a besarnos, abrazándonos casi con desesperación. Ningún hueco de nuestras bocas queda sin explorar.

Noto que me gira y me arrastra hacia la cama, donde me deja caer. Matt sube también y se apoya colocando los brazos al lado de los míos, arrodillado y mirándome a los ojos con hambre de sexo. Parece un depredador a punto de devorar a su presa y nada me excita más que saber que esa presa soy yo.

Ataca directamente a mi cuello, para después bajar a mi clavícula, haciéndome que tenga un escalofrío de placer. Se desliza hasta quedar a la altura de mis pechos, que comienza a lamer y pellizcar, apoyándose en los codos para no dejar caer todo su peso en mí.

Arqueo la espalda abrumada por las sensaciones, dejando escapar un gemido. Mis manos recorren la suya y no puedo evitar que mis uñas se claven en su piel cada vez que su lengua se muestra especialmente juguetona con mis pezones. Las bajo hasta notar la cintura de su pantalón y trato de retirarlo pero Matt es más alto que yo y no llego bien. Se soluciona rápido: él mismo, sin dejar de besarme, se los quita. Voy a hacer lo mismo, pero me sujeta una de las manos y se incorpora levemente, para mirarme a los ojos.

Sin desviar la mirada, me retira el pantaloncito del pijama y la ropa interior, quedando ambos expuestos y excitados.

Reanuda el ataque a mis labios, abrazándome con fuerza. Su miembro endurecido roza contra mis muslos, haciendo que mis jugos aumenten. Bajo la mano hasta notar su pene. No puedo agarrarlo con la firmeza que me gustaría, pero acaricio su glande, notando con satisfacción no solo el espasmo de placer que le provoco, sino que ya está ligeramente humedecido.

Apoyo las manos en su pecho y le empujo, quedando boca arriba y yo a su lado. Estando ya en mejor posición, comienzo a deslizar mi mano por su miembro, provocando que eche la cabeza hacia atrás y ahogue un profundo gruñido. Mi propia respiración se vuelve más pesada por la excitación y pronto introduzco su polla en mi boca.

EL ATRIL 2: ISABELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora