||• Sᴀɴᴏ Mᴀɴᴊɪʀᴏ • || {Mikey y tu}

6

Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6
"ᴠɪᴠɪʀ"

Narra ______

Si miraba atrás seguramente me arrepentiría. Y si me arrepiento no podré vivir.

Estaba caminando cuando alguien me cargo como costal de papas.
Rápidamente le di una patada y provoque mi caída.

- Mierda. - Dijo una voz conocida.

- Que haces aquí, Mikey. - Dije.

- Tu viaje durará 4 días ¿Verdad? - Dijo.

- Si ¿Por qué? - Pregunté.

- Te acompañaré. - Dijo.

- ¿Pero no tienes cosas que hacer? Espera... ¿Ken-chin, sabe sobre esto? Si no lo sabe me matara. - Dije algo asustada.

- No te preocupes. Le pedí permiso para venir por 5 días. -Dijo con una sonrisa.

- Y al menos sabes si te voy a dejar estar conmigo. - Dije.

- Y yo que pensaba patrocinar todo tu viaje. - Dijo.

- Está bien. Te puedes quedar.

- Jajajaja Gracias. - Dijo riendo.

- Si, como sea. - Dije.

- Y cual será el plan. - Dijo.

- Primero vamos a hospedarnos en un hotel. - Dije.

- Conozco uno perfecto. - Dijo tomándome de la mano.

Cuando llegamos solo pensé una cosa.

- Hoy voy a tachar algo mas de la lista. - Dije.

- ¿Que? - Preguntó.

- Nada, nada. - Dije nerviosa.

Después de que nos atendieran fuimos a nuestra habitación. Está era hermosa, muy grande. Parecia un departamento.

- Me cambiaré y tomaré una ducha. - Dije.

- Esta bien. - Dijo.

Narra Mikey

Ella tomó una toalla y se metió a bañar.

- Si yo pague el hotel, es justo que pida la habitación de acuerdo a mis necesidades. - Dije.

Apreté el botón del control y vi atraves del cristal a Tadashi bañándose.

Hace uno días Ken-chin me preguntó que le veía a Tadashi, Ken-chin dijo que ella no era bonita, ni amable y menos amigable con los demás.
Pero por alguna razón, para mí es todo lo contrario, ella me atrae mucho. Ella es la persona con la que me gustaría pasar el resto de mi vida.

Cuando salió del baño, empezó a buscar en su maleta.

- Espero que no te moleste que esté en toalla. - Dijo.

- No te preocupes, ya ví todo lo que ahí que ver de ti. - Dije señalando el baño.

- A que te refieres. - Dijo voltando a ver al baño.

Cuando lo entendió, sus mejillas se pusieron rojas como la sangre y se agachó.

- ¡Eres un pervertido! - Grito.