IV. Un elefante en una cacharrería

30 4 0
                                    

Vuelvo a estar en el terroso camino

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Vuelvo a estar en el terroso camino. El viento azota la arena del color del óxido. Las gruesas y oscuras nubes que cuelgan sobre mi cabeza son más pesadas que antes. Pero si estoy soñando otra vez... ¿dónde está Asra?

El implacable viento me quema los ojos mientras busco en el desolador paisaje. Más adelante, demasiado lejos para alcanzarlo, Asra continúa en compañía de la pesada bestia. Se han detenido ante una bifurcación en el camino. Un camino lleva hacia el este, el otro hacia el oeste. Asra desmonta a la criatura, dando un par de palmadas en su lomo. La criatura toma el camino del este, mientras Asra decide ir por el oeste. Justo en ese instante, sé que ha tomado el camino equivocado.

- ¡No es por ahí! - le grito. - ¡No otra vez!

Su cabeza se gira. Incluso desde la inabarcable distancia, siento que nuestras miradas se cruzan.

- ¿...Hestia? - habla él. Su voz no es más que un susurro lejano que trae el viento.

Con toda la voluntad de mi cuerpo trato de llegar a él, me inclino, lo suficientemente cerca como para coger su mano. Cuando nuestras manos se rozan, sus ojos se abren como platos... Antes de que todo a nuestro alrededor se disuelva y desaparezca.

En el sueño, es ayer. Me encuentro en la tienda, barriendo una botella que acabo de tirar; de leche de murciélago en polvo, cuando Asra entra en la sala.

- ¡Hestia! - me llama, entusiasmado. - Espera a ver lo que el bosque guardaba hoy para nosotros.

Hongos, frutas y raíces se desparraman por el mostrador, desde la bolsa que Asra traía consigo. Él se apoya en sus codos, con sus manos bajo su barbilla, mirándome expectante, deleitándose.

- ¡Wow! Es mucho... - digo, sorprendida ante la cantidad de comestibles e ingredientes para pociones que ha sido capaz de reunir. - Esto es mucho más de lo que necesitamos.

- Mejor que sobre que no que falte - guiñó un ojo hacia mi. - No quiero dejarte aquí con nada más que pan de calabaza.

Ahora, una mezcla de preocupación y tristeza cruzan su rostro. Con mis manos ocupadas, Asra acerca una mora a mis labios y le doy un bocado. Mastico lentamente; no sabe a nada.

Dejarme... Acaba de decir que se va. Es cierto. Este es justo el momento antes de que empezara a recoger sus cosas para irse.

En ese entonces ya quería decírselo. Ahora, no puedo recodar por qué no lo dije... Y no puedo retenerlo por más tiempo.

- Quiero ir contigo - declaro. Asra parpadea sorprendido, deja caer su mirada y suspira.

Sus suaves manos me cogen la cara con delicadeza, mientras me mira profundamente a los ojos.

MurielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora