V. Las flechas silban al pasar

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- Era la mañana del anunciamiento de la Mascarada.

       »Había viajado hasta el centro de Vesuvia con Portia y otros sirvientes en un carruaje. Tenía que estar de vuelta en la Plaza al mediodía, pero primero quería ir a la tienda. No había vuelto a tener noticias de Asra, y debía comprobar que todo estuviera en orden.

Bajaba por mi calle alegremente, distraída por el caluroso sol de la mañana, y el olor a incienso que subía por la avenida y se escurría por los adoquines. Las calles estaban prácticamente vacías, y a todo el que me encontraba caminaba en dirección contraria. Todo el mundo se dirigía a la Plaza para el anunciamiento.

Una bocanada de aire fresco me inundó el pecho al llegar a mi calle. Era reconfortante volver a estar entre las conocidas fachadas, aunque no fuera por mucho tiempo. Ahogué un suspiro. Observando el balanceo del cartel de la tienda, subí los tres escalones que daban a la puerta; esta cerrada a cal y canto. Presioné la palma de mi mano sobre la madera y deshice el encantamiento infranqueable. Antes de abrirla me detuve un momento. Con la palma todavía sobre la puerta, capté oleadas de la magia ancestral de la que estaba hecha, junto con algún resto de la magia de Asra. No había notado magia reciente de Asra; por lo que no había vuelto a pisar por la tienda mientras yo había estado fuera. Lo echaba de menos, más de lo que me gustaría admitir...

Con los ojos puestos en la piedra del suelo, y con la mente muy lejos de allí, capté algo pequeño a mis pies. Fruncí el ceño y me agaché a cogerlo. Era un pequeño saquito, del tamaño de un dedal, bien cerrado con un nudo de cuerda. Deshaciendo el nudo con mis dedos, abrí la bolsa. Un aroma a mirra inundó mi nariz. En un momento supe lo que era aquella mezcla de hierbas. Era una mezcla mágica, una mezcla de protección.

Eché un vistazo a ambos lados de la calle, pero estaba desierta. Intenté sentir la energía de aquel saquito, pero me resultó extraña e infranqueable. Venía a mi en una fuerte oleada, pero antes de que pudiera identificarla, se esfumaba.

Al ser el amuleto de tan reducido tamaño podría haberlo pasado por alto; y lo que estaba claro es que no era de Asra. ¿Quién, entonces, quería protegerme?

Con los ojos fijos todavía en el amuleto protector empujé la puerta, pero esta se abrió sola. De un fuerte impulso, una persona salió de la tienda, chocando conmigo en el proceso. Del empujón me eché hacia atrás, y sin darme cuenta, el saco de mirra resbaló de mis dedos.

Cuando alcé la vista aturdida, un solo ojo de color gris me observaba sorprendido. ¡El doctor Julian Devorak! ¿Cómo diablos había conseguido entrar sin desbloquear la puerta?

Frunciendo el ceño abrí la boca para hablar, pero Julian lo hizo primero.

- ...Ahem, hola. - tras un carraspeo, una aceitosa sonrisa se formó en su rostro. - Qué casualidad verte aquí. Bueno, quizá no sea tan sorprendente. Yo, ah, estaba por el barrio. - con una floritura de su mano trató de excusarse, esquivando mi mirada para volver a posar sus ojos en mi tras un momento de vacile. - Y tú estás, eh... ¡espléndida! Maravillosa, podría estar contemplándote durante todo el día. ¿Ese vestido es nuevo?

Su otra mano soltó el pomo de la puerta, terminando su retahíla con una mirada traviesa. Por un momento el pensamiento de llamar a los guardias cruzó por mi mente, pero vacilé. Ya era la segunda vez que había estado en mi tienda. ¿Pensarían que había estado dándole cobijo?

Le miré, entrecerrando los ojos.

- ¿Cómo has entrado? - pregunté, poniendo las manos en mis caderas. - Sé que cerré bien después de la primera vez. Así que, o te has colado, o...

- ¿...O tengo una llave? - dijo arqueando una ceja. Chasqueó la lengua, y con un suspiro, el doctor sacó una pequeña llave del bolsillo de su capa. - Aquí. Si hace alguna diferencia, puedes quedártela. No la usaré de nuevo. Lo... lo prometo.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2021 ⏰

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