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—Wow, su casa es enorme —fue lo primero que dijo Riki al bajarse de la limusina y observar semejante construcción frente a sus narices.

Una mansión de tres pisos se alzaba a sus pies, rodeada de unos arbustos podados ornamentalmente de diversas formas y tamaños creativos, y encontrándose justo en el centro se hallaba una gloriosa fuente que disparaba a toda presión chorros de agua, de los cuales se desprendían enigmáticas luces de colores, aparentando que en el agua se escondía un tipo de arcoíris y dándole así un efecto mágico a los ojos que la presenciaban, Riki se sentía como si estuviera en un cuento de hadas pero a lo estilo moderno.

—¿Acaso esperaba ver que el hijo de nuestro presidente viviera en una pocilga de mala muerte? —Preguntó el señor Kim, el chófer y escolta personal de Jungwon, quien lo había ido a buscar por órdenes explícitas de Yang para que Riki no tuviera que gastar dinero en algún vehículo para llegar a su residencia, demasiadas molestias para alguien a quien acaba de conocer, ¿no creen?

—N-No, claro que no —Riki negó inmediatamente, y tomando un poco de distancia del hombre que medía casi dos metros, aunque su altura solo era una de las muchas cosas que lo hacían jodidamente intimidante.

—Antes de que entre debo seguir los protocolos de seguridad y revisar si no lleva algún arma u objeto peligroso encima —habló el hombre, sorprendiendo a Riki por las medidas tan extremas de precaución, ¿realmente era para tanto?—. Brazos arriba —ordenó firmemente, para luego comenzar a buscar por el cuerpo de Riki cualquier señal sospechosa o de alto riesgo.

—Yo no sé nada de esas cosas, soy menor de edad —expuso Nishimura, deseando que aquello terminase ya, porque no era nada placentero sentir las manos de un desconocido por todas las partes de su anatomía.

—Oh sí, todos dicen siempre lo mismo —el señor Kim soltó una risa gutural que erizó hasta los sitios más innombrables de Riki—. Estás limpio.

Riki suspiró aliviado y se arregló su ropa algo desaliñada después de tanto manoseo.

—Me recuerda a alguien que conocí una vez —admitió repentinamente el antiguo general.

—¿A-A quién? —Riki preguntó aunque no quería saber la respuesta, solo preguntó porque tenía miedo de no seguirle el tema.

—Era uno de mis soldados, el más joven e inexperto, y el día de su primera emboscada —el señor Kim detuvo su anécdota para mirar a Riki con su rostro completamente serio—, adivina lo que le pasó —retó, ansiando por escuchar las conjeturas del chico japonés.

—¿Consiguió una medalla o algo por el estilo? —Predijo en el mejor de los casos y pensando positivo.

El hombre se rio por cortos segundos hasta que se detuvo y volvió a su habitual porte inmutable de robot sin sentimientos.

—Él murió —reveló con una sonrisa demasiado pronunciada y que heló hasta los huesos del rubio.

Riki pasó saliva duramente por su garganta y luego miró hacia la única entrada y salida, pensando en el tiempo que le llevaría cruzar aquellas altas rejas antes de largarse de allí.

—Oh, vamos señor Kim, deje de asustar a mis invitados —y como una salvación divina apareció Jungwon para sacar de ese momento desesperantemente incómodo al pobre de Riki.

—Como órdene, señor Yang —el hombre se llevó la mano derecha con los dedos juntos hacia su sien, empleando un saludo militar, y luego acercándose a Riki para susurrarle lo suficientemente alto: —Recuerda que te estoy vigilando, Nishimura, tengo micrófonos ocultos en todas las partes de esta casa.

Y después de su evidente y directa advertencia se fue de allí, dejando a un temeroso e impactado Riki y a un risueño Jungwon, quien ya estaba acostumbrado a la extraña y bizarra personalidad del señor Kim.

𝚢𝚘𝚞'𝚛𝚎 𝚜𝚘 𝚏𝚞𝚌𝚔𝚒𝚗𝚐 𝚏𝚊𝚔𝚎 || 𝚜𝚞𝚗𝚔𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora