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Eran ocho días, trece horas, veinte minutos y treinta y cinco segundos desde que Riki había dejado a Sunwoo, sí, él llevaba la cuenta justa desde que todo había pasado, ¿y cómo no hacerlo si su vida se había acabado ese día?

Era otro lunes de falsas apariencias. Sunwoo cenaba con sus padres con un absurdo y apesadumbrado silencio como compañía.

Sunwoo pinchó la langosta en su plato en reiteradas y pausadas ocasiones, y cuando el caparazón ahumado de esta crujía Sunwoo idealizaba que se trataba de la cabeza de Yang Jungwon, quien aparentemente había comenzado una relación con su Riki, pues eso es lo que se rumoreaba por los pasillos y Sunwoo lo había podido confirmar hacía unos días atrás, cuando los vio besarse en la entrada del instituto, justo en frente de los ojos de todos.

Sunwoo sintió un poco de, o más bien, mucha envidia, porque eso es lo que él siempre había querido, y no era justo que Jungwon lo tuviera, no precisamente él, y no precisamente con Riki.

—Hijo, ¿por qué no comes? ¿Es por tus manos, cierto? —Dedujo la mujer, frunciendo su hermosa frente sin arrugas y repleta de botox—. Lo sabía, Sunhyun, teníamos que haber demandado a ese instituto, no es posible que nuestro bebé haya salido lastimado por su incompetencia. No pueden tener instrumentos defectuosos en un laboratorio de Ciencias, es un peligro latente —ella protestó, mirando con preocupación las manos vendadas de Sunwoo y la pequeña cicatriz en su mejilla derecha, una que siempre cubría con maquillaje.

Sí, Sunwoo les había mentido diciéndoles que había salido lastimado tras haber manejado un experimento fallido en un vaso de precipitado defectuoso, porque claramente él no podía haberles dicho que había sufrido un ataque de ira tras haber sido dejado por su novio y que la mejor solución que vio para calmarse fue rasguñarse las palmas de las manos con los vidrios rotos de su anterior espejo, uno que ya había sido reemplazado por otro nuevo.

Porque Sunwoo se había ocupado de comprar una réplica exacta o bastante similar a todo lo que había destruido en su habitación, por lo que nadie se había enterado del gran alboroto, solamente la señora Bae, quien ya estaba más que advertida de lo que pasaría si llegaba a abrir la boca.

—Tampoco fue algo tan grave, querida. Además, el doctor dijo que pronto se le podría quitar el vendaje, no hay nada de qué preocuparse —el hombre de la familia dijo mientras limpiada una de las comisuras de su boca con la elegante servilleta, su vista posada como siempre en su celular—. Es un hombre, no lo trates como a una niña pequeña —masculló en una mueca desagradable, porque él realmente repudiaba cuando su esposa le hablaba a su hijo como si este fuese un perfecto muñeco de cristal.

Pero la mujer simplemente le asintió sin prestarle atención en lo más mínimo a lo que dijo, tal y como siempre acostumbraba a hacer.

—Cariño —Heejin llamó a su hijo, pero no obtuvo respuesta, ella carraspeó y probó una vez más—. Sunwoo.

Sin embargo, volvió a ocurrir lo mismo, Sunwoo ni siquiera se tomó el tiempo de mirarla cuando claramente la había escuchado, y eso fue algo que acabó rápidamente con la paciencia de la mujer.

—Kim Sunwoo —espetó con su voz más seria y demandante, su delicada mano golpeó con firmeza la mesa en donde cenaban, consiguiendo un suspiro pesado por parte de Sunwoo y una rodada de ojos de su esposo, quien claramente no estaba interesado para nada en el tema, la conversación que mantenía por vía de mensajes con una de sus amantes era más importante que el estado de su propio hijo.

—¿Qué quieres? —Preguntó el peliblanco con exasperación, dejando caer ruidosamente su tenedor en el plato.

La mujer trató de ignorar el perceptible tono de irrespetuosidad que su hijo había empleado y solamente se centró en sus reclamaciones.

𝚢𝚘𝚞'𝚛𝚎 𝚜𝚘 𝚏𝚞𝚌𝚔𝚒𝚗𝚐 𝚏𝚊𝚔𝚎 || 𝚜𝚞𝚗𝚔𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora