Primera Parte: Vacío

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El tic-tac del reloj. La habitación cerrada. El sonido de sus pies moviéndose debido a su ansiedad. Y la respiración entrecortada que dominaba su cuerpo. Todo eso al mismo tiempo le generaba inquietud, malestar, deseos de salir corriendo. En su mente solo había pensamientos horribles y entre ellos se imaginaba cómo sus cabellos eran arrancados por sus propias manos. Le dolían hasta los nudillos de la fuerza que estaba ejerciendo para deshacerse de ellos. Lo odiaba. Se odiaba. Los odiaba.

Sus pies no dejaban de temblar. Y el sudor comenzó a bajar por su frente. Claro que todo esto era producto de su imaginación. O tal vez no...era parte de su realidad. La misma con la que convivía desde hace tiempo.

—Si no quieres contarme por qué Sara se comportó así, no importa, ahora mismo necesito saber tu versión Sarada.

Ella sintió un nudo en la garganta y entonces pudo sentir que alguien apretaba su cuello con fuerza: No lo digas. Le pronunció una voz en su mente.

—Salad no quiere hablar—mencionó entre cortado.

—Está bien, pero ahora estoy hablando con Sarada. ¿De acuerdo?—dijo la voz pausada de la persona que tenía enfrente. "Instigadora" le decía. Sarada habló.

—Hoy tampoco quiero hablar.

—Bien, de acuerdo. Puedes retirarte. Nos vemos en la siguiente sesión.

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Mientras tecleaba el mensaje en su teléfono y se lo enviaba a su tío Itachi, la ansiedad se apoderaba de ella y no la dejaba respirar bien. Empezaba a hiperventilar y eso era horrible. Intentaba relajar su cuerpo y luego la respiración, tal como se lo había enseñado su psicóloga Ino. Nada le resultaba. Estaba ansiosa y no era ella. No era quien tenía que padecerlo. No estaba de acuerdo y su voz interior "Salad" no ayudaba.

—Ya cálmate, Salad. Prometo que la siguiente sesión será mejor y...—entonces le jaló los cabellos y sintió el dolor.

Cerró los ojos y antes de sentir que su cuerpo se derrumbaba por completo, sintió unas manos calientes sujetándola, eso la hizo reaccionar abruptamente. Al abrir los ojos descubrió de quién se trataba.

—Si te quedas al borde de la parada pueden atropellarte—sus ojos azules la hipnotizaron por un momento. Entonces Salad le volvió a decir: No lo escuches.

Ella sacudió la cabeza confundida.

—Cállate—respondió en seco.

Boruto se retrajo sorprendido por su reacción.

—Okey, lo siento—y alzó sus manos en señal de rendición—. Solo intento ayudarte, ¿sabes?

Ella bajó la mirada arrepentida y contuvo una mueca en sus labios como si se obligara a callar. Y era lo que hacía. Intentaba silenciar a Salad y a Sara. Hoy estaban algo insoportable. Ambas. Las odiaba.

—No sabes quién soy, Boruto.

El emitió un resoplido.

—Me gustaría conocerte, Sarada.

La pelinegra lo escudriñó con sus penetrantes ojos negros.

—No tienes ni idea en lo que te estás metiendo—gruñó y sujetó su morral.

—Supongo que no...

Un Jeep se estacionó frente a ellos. Una camioneta distintiva, de alta gama, de un color azul plateado y ventanillas oscuras. Al bajarlas Sarada comprendió de quién se trataba.

Corazón Perdido (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora