Tercera Parte: ¿Amigos...?

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Las fotografías de Sarada y Chouchou en el blog del colegio, no le inmutaban en lo absoluto. ¿Qué sentido tenía culparla? Sarada sabía por qué todos sospechaban de ella y lo que era obvio, no le resultaba. Habían sido amigas desde muy pequeña y era la única que la había entendido. Era la única que sabía aquel secreto. Y si bien entendía que todo era posible, el interrogatorio con Kakashi le había parecido incluso más absurdo que todos aquellos rumores sobre su falsa relación.

Sarada se había contenido en ocultar algún dato pertinente y lo había hecho también con su psiquiatra, a pesar de que no había podido hablar demasiado debido a que Salad no se lo permitía. Los padres de Chouchou la habían esquivado desde su muerte y ni siquiera le pronunciaron una palabra de lamento en su lecho, en su despedida, en el cementerio del pueblo. Se encontraba sola y nadie podría acompañarla en su soledad, mas que ella misma. Exacto, más que...Sara y Salad. Las tres se tenían una a la otra.

—No debí hacerlo. No debimos....—se culpaba.

Sabes que no hubo elección—le respondió su propia mente, en realidad, Sara.

Sabes que tuvo la culpa—le recordó Salad.

—¡Cállense!

—Sarada—la voz de su tío la atrajo a la realidad—. Te espero en el jeep. No demores, ¿de acuerdo? No quiero que se haga tarde para la cena.

Ella asintió intentando olvidar su discusión interna. Cuando se quedó sola, su cuerpo comenzó a temblar y su mirada perdida se posó en la lápida de su mejor amiga, se agachó en su lecho y contó los pétalos de las flores que yacían sobre la tierra. Lo contempló en silencio, mientras las voces de su yo, la torturaban como nunca. Sus manos se sacudieron al contacto con la tierra y entonces se golpeó en la cara de un cachetazo para evitar enfrentar sus mayores miedos:

—¡Ya déjenme en paz!

Y antes de que pudiera lastimarse de nuevo, alguien la sujetó de la muñeca con fuerza y la jaló, deteniéndola. Giró hacia el responsable de aquello y sus ojos se cruzaron por enésima vez. ¿Cuántas veces la había seguido en el día? ¿Es que no se cansaba de hacerlo? Resopló y se soltó con violencia.

—Deja de seguirme, pareces un psicópata.

Boruto se carcajeó asustado por su comentario:

—Créeme que soy la persona mas bondadosa que has conocido. Imagínate que no soy capaz de lastimar a mi padre a pesar de lo mal que nos llevamos.

Sarada no respondió y en su lugar tomó aire:

—¿Qué haces aquí?

Boruto volvió a pensarlo:

—Mi familia también asistió al entierro, solo que no sabíamos si venir o no. Finalmente, decidimos venir con mi hermana, pero ella ya se fue a casa.

La pelinegra se volteó para enseñarle una mirada curiosa:

—¿Himawari te ha contado algo sobre Chouchou?

Su pregunta lo descolocó.

—Pues no más de lo que tu sabes. O eso creo...

Ella bajó la mirada y sujetó su ropa con insistencia, como si eso significara un manto protector o algo así.

—Chouchou la apreciaba mucho. Hubiera estado feliz de participar en el concurso del club...Ambas eran felices juntas. Tu hermana me da algo de envidia.

Boruto pareció buscar las palabras correctas y al fin respondió:

—No sería nada malo que se hicieran amigas. Le caes muy bien, hasta piensa que serías fantástica para ser mi no...

Corazón Perdido (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora