【Prólogo】

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Sumiyoshi Natsuki, una pequeña pelinegra de ojos rojos y 5 años se encontraba sentada en el suelo en plena calle afirmando su espalda en una pared y su cabeza mirando el suelo.

Su cabello ocultaba sus ojos de la vista de las personas que pasaban a su lado ignorando su pequeña y miserable existencia, y una mascarilla cubría su boca haciendo más difícil ver su rostro.

Aquella niña había sido echada del orfanato en el cual solía vivir, en el cual sus padres la habían abandonado cuando tenía tan solo tres años y medio de edad.

En aquel tiempo no le importo el abandono de las personas que la trajeron al mundo, el orfanato había sido el mejor lugar en donde pudo llegar, en gran parte. No escuchaba los gritos y discusiones que sus padres tenían a diario, ni los abusos mentales y físicos que estos mismo le daban. Aunque si extrañaba solo una cosa.

Le había costado adaptarse a ese nuevo lugar donde los niños abundaban, nunca había socializado con nadie que no fueran aquellos dos adultos a cargo de ella, ni siquiera había ingresado al jardín de niños, ni había salido a jugar al parque con más niños.

Por suerte de ella, los niños habían sido muy buenos y dulces. Por lo que poco a poco se fue adaptando al lugar, formando lindos recuerdos y amistades.

Tristemente, ese lugar era un orfanato por lo que varios de los niños se iban al ser adoptados por una familia que cuidaría de ellos.

Natsuki al igual que los demás niños podían salir al parque que estaba a unas calles de su orfanato. Por lo que se la pasaban la mayor parte del día en aquel lugar.

Una vez un grupo de chicos de secundaria empezaron a molestar a sus amigos cuando ella había ido por la pelota la cual había sido pateada hacía un árbol.

La pelinegra era bastante ágil y flexible, no lo era complicado subir árboles para ella. La directora al ver aquello varías veces decidió que traería a un profesor de algún Dõjõ en el momento en que la Sumiyoshi le había dicho que quería ser una ninja de grande.

En el momento en que vio a esos chicos tirar de las trenzas de la cual consideraba su amiga enfureció, poniendo en marcha lo que se le había sido enseñado.

Había cumplido los 5 años en ese entonces , pero pudo vencer a aquellos tres chicos dejándoles varios moretones y alguna nariz rota en algunos de ellos.

Era bastante rápida y ágil, ellos pudieron notarlo, por lo que no decidieron acercarse más a aquel parque, retirándose antes que los dejaran incontinentemente.

Había sido una heroína para todos allí, una completa prodigio, pues, esa no fue su única pelea. Nadie se creía que una niña que no superaba los 10 años les hubiera ganado, por lo que sus peleas eran frecuentes y había sido campeona de todas ellas al ser subestimada por tener una corta edad.

Lamentablemente aquel orfanato tuvo que cambiar de directora y gracias a ello cayó en banca rota, por lo que fue echada a la calle, sin absolutamente nada, aparte de su mascarilla negra la cual siempre había traído puesta desde el primer momento que piso aquel viejo edificio.

Sus padres siempre la habían llamado fea o que era un asco por lo que le habían regalado aquella mascarilla para que ocultara lo que ellos llamaban, su feo rostro.

Eso nos lleva a este momento, donde aun no podía asimilar lo sucedido. Siempre había sido una buena niña, haciendo lo que sus padres decía, obedecía las instrucciones que su sensei le decía y ayudando a sus amigos de aquellos matones, incluso tenia buenas notas y aprendió a leer y a escribir en menos de dos semanas por su gran intelecto y la capacidad de concentrarse.

Si tan solo no hubieran cambiado a Mimi-San... susurró, apretando sus puños, aguantando las ganas de llorar.

Una cálida mano se poso sobre su cabeza, lo que hizo que la alzará encontrándose a una viejita de unos 60 años de edad mirándola dulcemente y con algo de pena.

¿Qué haces aquí tú sola? ¿Dónde están tus padres?

Mis padres me abandonaron le respondió seriamente la ojirojo bajando su mirada nuevamente.

Ay, pequeña... Lo lamentó muchodijo la anciana, buscando algo de entre sus bolsasTen.

Un onigiri envuelto se divisó frente a ella. Con cuidado y algo de desconfianza lo tomó abriéndolo de inmediato y saboreando de aquella comida.

Debiste de estar hambrienta, ¿por qué no vienes conmigo? Estoy muy sola y algo de compañía no me vendría mal.

Natsuki la miro esperanzada, tomó la mano que se le era extendida para poder pararse con ayuda de la mayor.

Pero... ¿que pasara con...?

Yo me encargaré de los arreglos legalesle sonrió empezado a caminar al hogar de la peliplateada – Mi nombre es Tanaka Hana, ¿cuál es el tuyo pequeña?

Su-Sumiyoshi Natsuki...

Muy bien Natsuki-Chan, de ahora en adelante yo cuidaré de ti.

~~~

Natsuki se encontraba recorriendo el barrio que seria su nuevo hogar. De pronto fue rodeada por un grupo de chicos mayores a ella.

¿Qué haces por aquí, niña?

¿Sabes dónde estás pisando?

¿Por qué debería de preocuparme por donde piso o no? Que yo sepa su nombre no esta marcado en esta calle respondió altanera y fríamente poniendo sus manos en los bolsillos de su polerón.

Mocosa malcriada...

Iba ser golpeada de no ser porque un chico de su edad rubio salto pisando la cara de aquel adolescente.

Es nueva, desgraciados, además es una niña. ¿Cómo pueden tratarla de esa manera?le preguntó enojado aquel rubio misterioso para ella.

Otro golpe iba dirigido al rostro de la chica y esta vez él no podría detenerlo, se sorprendió al verla tomar el brazo con bastante facilidad y con una increíble velocidad lo lanzo lejos de ella.

La pelinegra camino para quedar al lado de aquel misterioso ojinegro, los otros dos consientes se asustaron tanto de aquello que huyeron llevándose a sus inconscientes compañeros consigo.

Sano Manjiro, bienvenida estiró su mano esperando que la femenina se la recibiera.

Natsuki dudo un poco pero termino aceptando el apretón de manos que el ahora conocido Sano Manjiro para ella le estaba ofreciendo.

Sumiyoshi Natsuki.

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Gracias por leer^^

Cualquier falta se ortografía por favor corregir. (◕‿◕)

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