—¡Halana! —gritó una voz a mis espaldas.
Daniel llegó a mi lado, saltó la cuerda que nos separaba y me rodeó los hombros. Habíamos quedado para ver la nueva película de miedo que se había estrenado hace unos días.
—Los astros se alinearon para que llegases antes —bromeó.
—Se alinearon para joderme la existencia estos últimos días y los que vienen —corregí con un tono de frustración.
—Nah —dijo riéndose—. Ya verás como todo mejora.
Eso espero.
Pensé, cruzando los dedos.
Pedimos las entradas y fuimos a comprar dos botes gigantes de palomitas y las bebidas.
Entramos a la sala y nos sentamos en nuestros asientos. Habíamos llegado justo a tiempo.
La verdad es que ese día los dos habíamos llegado tarde; yo porque era así, casi siempre llegaba tarde a nuestras salidas, o a alguna cita, quedada o reunión. Era algo que me pasaba aun cuando salía con tiempo, excepto el gran día: cuando arruiné la boda incorrecta. Y él porque había durado más tiempo de lo esperado en la reunión con Milla.
En la gran pantalla se proyectaba un anuncio de coche. Para cuando terminaron los anuncios ya íbamos por la mitad del bote de palomitas. Éramos de esas personas que se comían las palomitas de un pestañeo y cuando íbamos por la mitad de la película se nos había terminado.
Me asusté en todas las escenas, me daban mucho miedo este tipo de películas. Había sido Daniel el que me había convencido de verlo, disfrutaba verme chillar y acurrucarme en el asiento de miedo.
Más o menos al final de la película, de tanto aguantar el pis, casi me meo encima del susto.
No había querido salir al baño, no me gustaba perderme parte de la película, aun cuando está no me gustase, porque luego no entendía lo que pasaba y me sentía perdida y eso me disgustaba más.
Cuando terminó, salí pitando hacia el baño, de las prisas entré al baño equivocado y vi lo que no tuve que ver. Grité perdón saliendo apresuradamente y me dirigí al correcto. Duré unos buenos minutos sacando las cataratas del Niagara.
Solté un suspiro de alivio cuando terminé. Al salir sentí como alguien me cogía de los hombros y gritaba:
—¡Buuuu!
—¡AAAAAAHHHHHHHH! —grité espantada, lanzando un golpe hacia delante.
—Auch —dijo Dani sobándose la barbilla.
—Joder, que susto —dirigí una mano a mi pecho, mi pobre corazón latía frenético.
Dani soltó una gran carcajada.
—Deberías de haber visto tu cara, esta vez te has lucido —comentó con burla, se seguía riendo.
Siempre lo hacía. Y yo como tonta caía una y otra vez en su estúpida broma.
Le di un golpe en el brazo.
—Calla, casi me matas del susto.
—Qué pena que no lo haya grabado —se lamentó con exageración.
Salimos del cine hablando de tonterías, debatimos a qué restaurante ir a cenar, al final jugamos a piedra, papel o tijera y el ganador decidía a cuál ir.
Obviamente ganó él, ni en estos juegos de suerte ganaba.
Fuimos caminando al restaurante japonés que había a unos 10 minutos.
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Que empiece el espectáculo
Short StoryHalana y su mejor amigo trabajan en un trabajo diferente y peculiar: les contratan para que se cuelen en las fiestas y los animen, los dañen o los mejoren. En esta ocasión, ha habido un encargo especial: entrar a una boda y detenerla. Y no, no es t...