Los días lluviosos eran de mis favoritos, eran de esos días en los que te mantenías en casa, a gusto; con una taza de chocolate, café, té o la bebida que prefirieras mientras estabas tumbada en la comodidad de tu cama o sofá mirando una película, una serie, leyendo un libro o simplemente estar ahí cómodamente.
No mojada de cabeza abajo camino a un lugar a ver a un hombre que no conocías con unas intenciones desconocidas.
Se supone que iba a hacer un día soleado con un poco de viento fresco, o eso me dijo esa mañana el tiempo en mi móvil.
Ya veía que no era de fiar ni de acertar mucho, como la app esa que tenía para controlar el ciclo menstrual; nunca había acertado ninguna de las veces que me iba a bajar. Pero aun así lo seguía teniendo y confiando en ella.
Las gotas de agua caían sobre el bolso que mantenía sobre mi cabeza, en un patético intento de taparme de la lluvia, aunque ya estaba toda mojada.
Corría como nunca, intentando buscar un techo libre donde resguardarme de la repentina lluvia, ya que la gente, estúpida como yo que había creído en el tiempo, se estaban escondiendo.
¿Por qué el autobús no paraba justo en la zona que me había citado el hombre misterioso?
Seguí corriendo como pude, esquivando a la gente que pasaba con prisa a mi alrededor y buscando un lugar en la que parar.
Estúpido tiempo, justo tenías que equivocarte el día de hoy.
Pensé con reclamo.
Sentía mis manos entumecidas por el frío y la lluvia, que caía directamente hacia ellas al estar sujetado el bolso sobre mi cabeza.
Miré a mi alrededor buscando algún sitio en el que resguardarme, no sabía ni donde estaba. Había guardado el móvil con el google maps encendido por la lluvia, para que no se me mojase.
Un empujón casi me hace caer al suelo, me miré las zapatillas nuevas, estaban mojadas y sucias.
Buen día para decidir ponérmelas.
Con un suspiro agotador, me dirigí a la banca vacía a unos metros y me senté. Me importó un pimiento que estuviese lloviendo y que me estuviera esperando el hombre, si mojada ya estaba y tarde también estaba llegando.
Dejé el bolso en mi regazo, indecisa de si sacar el móvil o no para avisar al chico misterioso de que iba a llegar tarde.
Al final lo saqué, poniendo el bolso encima del móvil para que no le cayera demasiada lluvia, lo encendí y vi que tenía unos cuantos mensajes de "novio en fuga" y una llamada perdida suya.
Las manos me temblaban por el frío y el móvil se me resbalaba cada dos por tres de las manos al tenerlas resbaladizas. El móvil no me cogía la huella y tampoco podía escribir bien la contraseña.
Frustrada al máximo tiré el bolso al suelo con exasperación, sin importarme que se manchara y me lo robasen.
Intenté secarme la mano con el vestido, pero como también estaba mojado, mucho no podía hacer. Volví a poner la contraseña y por fin el móvil se desbloqueó.
Justo en el momento en que presioné el botón de llamar a "novio en fuga", la lluvia dejó de caerme encima, el sonido de la lluvia seguía y un tono de llamada empezó a resonar a mi izquierda.
Levanté la vista al cielo, pero me encontré con una capa azulada tapándome. Entrecerré los ojos y aparte los mechones de pelo mojado de la cara. Seguí la mano que sujetaba el paraguas, chocando con una mirada inquisitiva y una sonrisa que conocía.
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Que empiece el espectáculo
Historia CortaHalana y su mejor amigo trabajan en un trabajo diferente y peculiar: les contratan para que se cuelen en las fiestas y los animen, los dañen o los mejoren. En esta ocasión, ha habido un encargo especial: entrar a una boda y detenerla. Y no, no es t...