Hello flores! Espero, deseo y creo posible que esta semana cumpla con todas las actualizaciones de esta historia! Yuhuuuuuuu!!!! Hasta mañana bellas!Sabía que si me quedaba gozaría lo que no está escrito. ¡Cielos!, ¡Y tanto que disfrutaría si lo estaba deseando! Pero después me arrepentiría de ello, de haber gastado mi única oportunidad solo o por dejarme llevar por el deseo.
No.
Además no lo había decidido yo.
—Demasiado tarde, Alexandre —dije con una sonrisa dejando escapar mis dedos de los suyos y dejándole con la increíble confusión en su rostro al pensar que me quedaría.
En realidad estaba escapando y era plenamente consciente de ello, puesto que si me quedaba un solo momento más; sucumbiría.
Alexandre representaba el deseo más puro y viril que había contemplado hasta ahora en un hombre, o al menos, que me lo hubiera transmitido como él lo hacía.
¿Tendría algo que ver la corona en eso?
Cinco años atrás ya me parecía alguien atractivo, guapo, tentador... ahora era eso multiplicado por cinco.
«Ese hombre se volvía más bueno conforme pasaban los años» medité quitándome la ropa nada más entrar en mi habitación para darme una ducha helada que me hiciera bajar el calenturon del quince que llevaba encima.
—Esto no se va ni con el mismísimo hielo de la cima del Everest —resoplé bajo el agua mientras miles de gotas caían por mis hombros.
Indignada salí de la ducha y me metí en el vestidor buscando un camisón ligero, ni si quiera iba a molestarme en ponerme ropa interior porque el simple roce me provocaba estupor.
El primero que encontré sin mangas era blanco, demasiado corto para mi elección, pero no iba a poner pegas, así que me lo puse sin mirar siquiera si lo estaba colocando al revés y comencé a tirar las miles de almohadas que tenía aquella cama sobre los sillones que decoraban la habitación, aunque dejé unos cuantos.
Cuando me deslicé bajo las sabanas suspiré.
—¿Por qué hace tanto calor en este maldito sitio? —exclamé apartando más cojines y tratando de buscar una postura cómoda.
«Ni en tus sueños vas a encontrarla bonita, tu calor es por otra cosa» replicó mi conciencia a la cual no deseaba hacerle caso.
Cogí mi teléfono. Tenía algunos mensajes sin leer de algunos amigos que habían debido ver las noticias y otros cuantos de mi madre y Celeste. No me apetecía responder ahora así que dejé el teléfono sobre la mesita de noche y apagué la luz provocando que la oscuridad se cerniera en aquella estancia.
Apenas se filtraba luminosidad procedente de la luna, lo suficiente para divisar leves destellos de parte del mobiliario. Cerré los ojos y traté de pensar en otra cosa que no fueran los candentes labios de Alexandre.
—Ovejitas. Cuenta ovejitas Adriana —susurré comenzando a contar—. Una ovejita, dos ovejitas, tres ovejitas.... ¿Quién mierdas se duerme contando ovejas? Ya tendrá que llegar a la diez mil para dormirse... eso no funciona un carajo... ¡Piensa en algo aburrido! Aburrido... aburrido... aburrido... ¡Trigonometría! Como si me acordara ahora yo algo de senos y cosenos...
Aparté de un plumazo las sabanas y me levante a oscuras, veía lo suficiente para no tropezarme hasta llegar al baño, prendí la luz y abrí el grifo del lavabo para echarme agua tanto en la cara como el cuello y escote.
—¿Qué estás haciendo Adriana? —me pregunté alzando la vista y viendo mi reflejo en el espejo—. ¿Qué demonios estás haciendo si sabes perfectamente lo que quieres y lo que desea tu cuerpo?
No iba a pegar ojo, tal vez lo hiciera muy entrada la madrugada y sinceramente si yo tenía ese calentón de mil demonios, Alexandre debía estar igual o peor que yo.
Una sonrisa se contrajo en mis labios y salí decidida apagando la luz y dirigiéndome hacia la puerta que conectaba ambas habitaciones.
Dude un instante cuando mi mano se posó en el pomo de aquella puerta. ¿Y si él no estaba?, ¿Y si me arrepentía por la mañana?
¡A la mierda los arrepentimientos!, ¿Y si mañana no existo? Siempre he vivido el ahora, el presente, el momento y no pensaba dejar de hacerlo.
Abrí con ímpetu la puerta y me gratifiqué en el hecho de que estuviera abierta, entré como si conociera de sobra esa habitación y divisé la cama vacía, una pequeña luz iluminaba la mesa del despacho, dirigí mi vista hacia allí y comprobé que Alexandre me observaba estupefacto. No dije nada, sino que caminé decidida hasta él y comprobé que no movía un solo músculo, sino que observaba atento mis pasos.
—Esto significa que...
—Csshh —siseé acallándolo mientras colocaba un dedo en sus labios—. No he cruzado esa puerta. No estoy aquí. Y esto jamás habrá sucedido —mencioné antes de que pudiera decir nada—. Esta noche el único modo de comunicarnos será a través de nuestros cuerpos —susurré mientras mi boca atrapaba la suya.
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De Plebeya a Reina
HumorSoy la antítesis del protocolo. El ejemplo perfecto de la incorrección. La asombrosa falta de compromiso. Y no creo en el amor... Ahora me pregunto yo, ¿Quien narices me manda a mi meterme en semejante berenjenal?