Buenas flores!!! Disculpad mi desaparición, solo un número reducido y cercano de vosotras sabíais los motivos... nada grave, marido (mi marido) tuvo (tiene aún) covid, así que no tengo tiempo ni de mirarme al espejo, menos aún para escribir y actualizar, tengo parte de este libro adelantado pero aún me faltan 50 páginas más o menos para acabarlo, así que espero poder daros muy pronto la noticia de que ya está a la venga finiquitado. Esta situación nos ha pillado a todos por sorpresa, pero afortunadamente ni mi hijo de año y medio o yo nos hemos contagiado.
Sin más, os dejo disfrutar del capitulo! Espero poder aparecer por aquí la semana que viene con normalidad porque lo necesito hahahaha
Mientras me daba una ducha rápida me pareció escuchar un ruido fuera. Había dejado la puerta del baño medio abierta, como hacía siempre que me duchaba, quizá era una costumbre en mi, el caso es que nunca la cerraba y cuando me giré me pareció ver una sombra, pero al retirar el vaho no vi nada. Cerré el grifo, cogí la toalla y salí descalza rápidamente.
—¿Alexandre? —exclamé pensando que podría ser él o que quizá deseaba gastarme algún tipo de broma, pero no había nadie.
¿Y si me estaba volviendo tarumba de verdad? Aunque juraría que había escuchado ruido y que había visto una sombra.
Negué con la cabeza y me acerqué al juego de mesa de jarra y vasos que había sobre una de las cómodas para servirme un vaso. Di un trago largo y sentí un ligero toque amargo, deduje que solo era por el efecto de la ducha, así que lo dejé sobre la cómoda y me dispuse a elegir el atuendo para la cena que teniendo presente que solo se trataba de algo familiar, escogí unos pantalones de tiro alto en color crema combinables con una blusa del mismo tono en rayas negras. Me calcé los zapatos de tacón no sabiendo porque razón debía llevar tacones en lo que se suponía que era mi casa temporal. Cuando estaba a punto de renegar por ello, la puerta de mi habitación se abrió y Alexandre sonreía acercándose hasta el vestidor donde me encontraba.
—Absolutamente preciosa —inquirió quitándome la pinza que me sostenía el pelo en un cogido solo para no mojarlo en la ducha.
Lo apartó rápidamente de mi cara echándolo hacia atrás de mis hombros sin dejar de observarme.
—¿Has estado aquí hace unos minutos? —pregunté alzando una ceja.
Me miró extrañado.
—No —negó—. Apenas me ha dado tiempo de darme una ducha y cambiarme el traje antes de venir, ¿Por qué?, ¿Había alguien en tu habitación?
Mentir no me serviría de nada, pero tampoco es que estuviera muy segura de algo.
—Juraría que oí un ruido, pero estaba en la ducha, igual no era nada, pero me pareció ver una sombra —advertí rodando los ojos y comprobando que todo estaba en su sitio—, pero no falta nada... todo está en su lugar. Quizá solo era alguien del servicio que traería ropa limpia —agregué para convencerme a pesar de que nunca habían entrado en la habitación sin llamar y menos aún se adentraban si estaba presente.
—Si, tal vez sea eso —mencionó pensativo e intuí que sería extraño, pero ¿Qué otra cosa iba a ser sino? No faltaba nada, tampoco había algo fuera de lugar o revuelto y la sombra que me había parecido ver fue fugaz, probablemente alguien del servicio que no deseaba molestar.
Si. Seguro que era eso.
En el momento que llegamos al comedor y estaban presentes todos los miembros de la familia de Alexandre además de Eloise y la petarda de la pechugoncia con cara de mustia, se me olvidó la sombra negra de mi habitación minutos antes y pensé en que aquello iba a ser una batalla campal.
La mesa había sido dispuesta para que mis padres se sentara a mi lado y frente a ellos estaban Eloise y David, pero tenía claro que alguien soltaría algún comentario fuera de lugar y a pesar de que las presentaciones parecieron ir bastante bien, empecé a sentir una inquietud que pronto comenzó a tornarse en un verdadero tormento en mi estómago. Podía notar pinchazos cada vez más fuertes e imaginé que solo era la tensión acumulada.
Eloise hablaba un poco de castellano e intentó mantener conversación con mi madre en un par de ocasiones a pesar de la mirada reprobatoria de su tío. David parecía encantado con el trabajo de papá aunque la pechugoncia mostrara una sonrisa de soslayo cada poco rato y Nathaniel se mantenía en absoluto silencio, que siendo sinceros prefería que fuera así antes de mencionar algo que pudiera ofender a mis progenitores.
—¿Y recoge usted mismo la cosecha? —insistió David como si le pareciera inverosímil que mi padre condujera un tractor y trabajara con sus propias manos.
—El que nace campesino, muere campesino querido David —soltó Amanda para sorpresa de todos y torció el gesto en una sonrisa lasciva, aunque podía sonar como un simple hecho, sabía que su afirmación tenía la intención de ofender.
—En efecto. Podría retirarme, mi hija Celeste así lo ha manifestado varias veces, pero me gusta el campo y disfruto de mi trabajo —sonrió papá y eso me hizo sentirme momentáneamente mejor hasta que sentí otro pinchazo.
Mis padres habían traído una variedad de productos típicos de mi tierra; variedad de quesos, embutidos y patés que habían servido con elegancia sobre una enorme tabla de madera decorada con frutos secos y hierbas aromáticas. Ni siquiera aquello me tentó y después me di cuenta de que por mi supuesto estado no podía catarlos, eran prohibidos para mujeres embarazadas.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Alexandre y supuse que mi cara me estaba delatando.
—Perfectamente —mentí como una bellaca mientras otro pinchazo aún más fuerte me azotaba el bajo vientre.
¿Qué demonios? Había comido exactamente lo mismo que ellos y estaban perfectamente.
Empecé a sentir unos sudores fríos y tensé las piernas esperando que mágicamente aquello finalizara pero empecé a sentir unas ligeras nauseas que ascendían poco a poco.
—Esto está buenísimo —mencionó David sirviéndose más jamón ibérico.
—E carne de serdo alimentao eclusivamente con bellota, ha sio curao y secao en sal, un produto mu típico de nuehtro paí «Es carne de cerdo alimentado exclusivamente con bellota, ha sido curado y secado en sal, un producto muy típico de nuestro país» —mencionó mamá eufórica.
—¿Carne cruda? ¡Que asco! —exclamó Amanda haciendo que todos volvieran la mirada hacia ella.
—No ta crudo mujé «No está crudo mujer» —insistió mamá.
—Y lo dice alguien que no sabe ni hablar bien su idioma —refunfuñó con mala cara y en ese momento creí que saltaría por la mesa y la cogería del cuello para ahogarla.
Hasta las nauseas se me habían ido y todo.
—Pué bien que me ha entendío «Pues bien que me ha entendido» —soltó mi madre tan fresca—. Y esta mujé que no sabe hablá bien su idioma, ha sabido educá a dos hijas que a día de hoy son reinas, azí que mu mal no hablaré «Y esta mujer que no sabe hablar bien su idioma, ha sabido educar a dos hijas que a día de hoy son reinas, así que muy mal no hablaré»
«Olé tus ovarios, mamá» quise gritar, pero sentí un pinchazo super fuerte acompañado de lo que parecía una arcada que pude controlar, así que arrastré la silla y me puse de pie atrayendo la mirada de todo el mundo que permanecía en silencio tras aquella breve disputa entre mi madre y la pechugoncia. Miré directamente a Amanda, solo que ella tenía la vista fija en el plato, evidentemente le había sentado como un tiro que mi madre no se hubiera quedado callada, pero si esperaba salirse de rositas, lo llevaba claro.
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De Plebeya a Reina
HumorSoy la antítesis del protocolo. El ejemplo perfecto de la incorrección. La asombrosa falta de compromiso. Y no creo en el amor... Ahora me pregunto yo, ¿Quien narices me manda a mi meterme en semejante berenjenal?