—Di algo, ¿no? —exclamé tras cinco minutos de silencio en los que Alexandre conducía.
No sabía si lo hacía con un destino o no, si estaba regresando a palacio o simplemente lo hacía como algo mecánico mientras su cerebro iba a toda máquina sin expresar ningún pensamiento.
—Estoy demasiado cabreado para hablar ahora mismo —contestó en un tono que quería parecer sereno, pero evidentemente no lo era.
—Has venido tu mismo en persona porque estabas casi seguro al noventa por cierto de que no se trataba de una mera casualidad que Helia estuviera en palacio. Ahora sabemos que es así, la propia Melissa ha confirmado que la excluyeron por falta de experiencia. Evidentemente nadie pensó que tú mismo podrías tratar de averiguarlo en persona, dieron por sentado que te conformarías con la explicación de la agencia.
—No tendría razones para pensar otra cosa, llevan trabajando para nosotros décadas y hasta ahora no ha habido ningún problema, nos han enviado siempre a personas muy cualificadas —alegó apretando el volante con fuerza—. Evidentemente mi tío debe estar detrás de esto, ha tenido que ser él quien ha intervenido y si es así... sabe perfectamente que nuestro matrimonio no es como hemos pretendido vender a la prensa, seguramente tendrán esa baza a su favor para hacer presión en la destitución.
¡Oh Dios mío!, ¡No había pensado en eso!
—Tampoco pueden saber como ocurrió realmente, ni siquiera Helia tiene esos detalles, solo sabe que nos casamos hace cinco años y que íbamos a fingir unos meses antes de anunciar el divorcio, pero... ¿Por qué no han esperado a que eso suceda? Habría sido más fácil destituirte y confesar que nuestro matrimonio no era real en el momento que hubiéramos anunciado la separación. ¿No te parece extraño que lo hagan ahora? —exclamé dando voz a mis pensamientos.
Había algo que se escapaba, ¿Por qué ahora?, ¿Por qué en aquel momento? Aún quedaban unos meses hasta que me marchara y no tenía sentido intentar destronar a Alexandre cuando todo parecía en calma si de verdad conocían el origen de nuestro matrimonio.
—¿No es evidente? —inquirió Alexandre y alcé una ceja confundida para que me iluminara—. Creían de verdad que estabas embarazada, ¿Cuántas veces te ha visto Helia en mi propia cama? Las suficientes para saber que estamos juntos y creer que ese bebé era real. Probablemente han asumido que no te vas a marchar como teníamos planeado en un principio, que nuestro matrimonio funciona y deseamos hacerlo realidad. Ni siquiera hemos hablado de ello desde que llegaste, entre nosotros si, pero ni Helia, ni mi propio asistente Herald, tienen constancia de nuestros acuerdos personales.
Abrí la boca sorprendida, pero en realidad todo cuadraba. Desde el primer día Helia nos había visto besarnos, sabía que dormíamos juntos, era testigo de la complicidad entre Alexandre y yo. ¿Por qué dudar de un supuesto embarazo? Además, nadie podría saber porqué iba a inventarme algo así que desde luego no se podía esconder y menos aún si mi intención era marcharme. Es más, quizá deshaciéndose del supuesto hijo que esperábamos, volviera la idea de irme de palacio como pensaba inicialmente.
—Y si creen que no me marcharé, en cualquier otro momento podría volver a quedarme embarazada... —susurré—. Evidentemente no pueden permitir que haya un heredero, eso dejaría a Nathaniel como el segundo sucesor al trono y la destitución no tendría validez alguna, ni siquiera si podría hacerlo si estuviera realmente embarazada, por eso han decidido no esperar más —continué con las conjeturas.
Alexandre asintió con la cabeza sin apartar la vista de la carretera.
—Al menos ahora tenemos algo de ventaja, no saben lo que sabemos y estamos seguros de lo que creen ellos —terció con el ceño fruncido—. Ahora más que nunca debemos fingir que somos un matrimonio real —esta vez si que apartó la vista para mirarme y casi vi una súplica en sus ojos.
Pude notar esa inquietud en mi interior que era como un vaivén que subía y bajaba de mi estómago.
¿Era capaz de negarle algo a ese hombre? Empezaba a creer que no.
—Por... supuesto —dije sintiendo como mi garganta se resecaba.
Cuando accedí a aquella propuesta para fingir durante cinco meses estar casados, me había limitado a pensar únicamente en el acoso mediático y las funciones que desempeñaría por ser la supuesta reina de Bélgica, pero todo aquello se había convertido en mucho más. ¿Tal vez ninguna familia monárquica se salvaba de todas esas intrigas palaciegas para alzarse con el poder? Pensé que el caso de mi hermana habría sido una excepción, una mujer ambiciosa capaz de hacer cualquier cosa por ostentar la corona, pero estaba claro que no lo era. Quizá el hermano de Alexandre no estaba dispuesto a llegar tan lejos como para matar a pesar de que eso le daría el acceso a la corona por derecho propio, pero eso no le convertía en alguien menos despreciable con aquel juego sucio a escondidas y sobre todo aquella historia inexplicable que se traía con Amanda, aunque ahora más que nunca sabía que existía una razón para ello.
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De Plebeya a Reina
HumorSoy la antítesis del protocolo. El ejemplo perfecto de la incorrección. La asombrosa falta de compromiso. Y no creo en el amor... Ahora me pregunto yo, ¿Quien narices me manda a mi meterme en semejante berenjenal?