No quería admitir lo que pensaba de la situación entre Nathaniel y Amanda, que probablemente solo era algo orquestado para causarle malestar a Alexandre, pero estaban llegando muy lejos para ser únicamente eso y por la misma razón pensaba permanecer con mi boca cerrada. Lo último que iba a hacer era darle esperanzas infundadas a una Eloise enamorada de alguien que no existe y probablemente nunca existió más allá de sus sueños.
—No creo que Nathaniel tenga que pedir permiso para decidir con quien se casa —alegué calmada—, aunque la decisión en sí sea nefasta.
—¡No me refiero a él y Amanda! —exclamó—. ¡Me refiero a que hace dos días volvió a besarme! Aunque te aseguro que esta vez no fue un casto beso infantil y desde entonces actúa exactamente igual que la primera vez, como si no hubiera sucedido.
Parpadeé varias veces porque mi cerebro estaba intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Qué la había besado?, ¿De verdad la había besado y me enteraba ahora?
¡Esto es mejor que un culebrón, joder!
—Si lo sé me traigo las palomitas...
—¿Cómo? —exclamó alterada y ahora comprendía las razones. El capullo de turno la besa y dos días después suelta que se casa con otra con la que no lleva ni un mes.
Desde luego yo no habría tenido ni la mitad de paciencia de Eloise para aguantar sentada en la mesa. ¡No me extraña que saliera escopeteada de aquel modo!
Menudo elemento el estorboman.
—Está claro que le gustas a Nathaniel o no te habría besado —respondí rápidamente.
—Si. Le gusto tanto que se va a casar con otra —ironizó.
—Bueno, podrías pagarle con la misma moneda. Ignórale, seguro que ofende su ego, haz como si no hubiera ocurrido y finge que estás entusiasmada por el compromiso. Seguro que al menos generas una reacción en él. ¿Cuál? Habrá que descubrirlo —admití sonriente y tras fruncir el ceño varias veces, Eloise parecía convencida con la propuesta.
Tras despedirme de ella bastante más animada por nuestra conversación y sin rastro del mar de lágrimas con el que me la encontré, supliqué no encontrarme con nadie de camino a la habitación de Alexandre. Con la suerte que tenía, fijo que me daba de bruces con alguno de los especímenes que no me tragaban ni en pintura, pero en aquellos momentos a quien menos deseaba ver, era Amanda.
¿Hasta donde estaría dispuesta llegar esa mujer por su despecho? Pero sobre todo y lo que más curiosidad me generaba era que pretendía lograr junto a Nathaniel. Sabía que no le quería, que sus sentimientos hacia el hermano mediano de Alexandre eran inexistentes. Entonces, ¿A qué venía toda esa parafernalia de la boda y supuesta relación?, ¿Tan ansiosa estaba por meter la cabeza en la casa real que no le importaban sus sentimientos? Si de verdad amaba o quería a Alexandre, estar con uno de sus hermanos le recordaría cada día de su vida lo que no pudo tener, ¿No era eso ser masoquista? Quizá tampoco quería a Alexandre después de todo y por él solo existía el interés que recaía en la corona y no tanto en el hombre.
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De Plebeya a Reina
HumorSoy la antítesis del protocolo. El ejemplo perfecto de la incorrección. La asombrosa falta de compromiso. Y no creo en el amor... Ahora me pregunto yo, ¿Quien narices me manda a mi meterme en semejante berenjenal?