C A E E L C I E L O

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Cuando caiga el cielo...
Estaremos de pie, juntos.

El rostro de todos estaba empapado, no solamente por la lluvia, las lágrimas eran desgarradoras, los lamentos. Era normal que el ambiente fuera tan triste, mezclado con odio y enojo, una pequeña pizca de felicidad que tampoco duraría mucho, era amarga.

¡Izel!, Vamos... ¡Izel!— La guerrera de trenzas no quería mostrar su dolor, cosa que no se le dió bien, su voz estaba quebrada y el recuerdo de su acompañante antes de encontrarlos le hizo llorar desesperante, no había protegido a quienes quiere, una vez más.

Maldición... Idiota, idiota..— la voz era baja, tal vez un poco rota, K'in se lamentaba tanto la muerte de Izel, ver a su hermano roto le dolía, sobretodo le dolía saber que se había sacrificado por ellos, únicamente por ellos y tristemente no habían podido hacer algo más.

Xanastaku lloraba entre cortadamente, trataba de mantener la compostura limpiando rápidamente sus lágrimas, sin éxito. Tapaba su boca para evitar seguir llorando de esa manera — Izel...— no pudo decir más que el nombre del joven campeón. Todos podían apreciar al joven que perdió la vida, eso pensaban por segundos. Aquella herida había sido cerrada lo más posible, sin embargo el castaño no abría los ojos...

Muchacho...— la voz de Yaolt a pesar de ser el mayor era temblorosa, efectivamente estaba llorando, el cielo también lo hacía, pareciera que pronto caería un diluvio.

Mictecacihualt y Quetzalcóatl se acercaban a los chicos, el rostro un poco raspado de Izel transmitía tranquilidad, algunas gotas resbalaban por su rostro, K'in había logrado separar momentáneamente a Yun de Izel, sin embargo sostenía su mano con calidez, una calidez que probablemente ya no tendría aquél joven castaño, recordar los momentos alado de Izel, su compañía, su risa, de alguna manera dolían cómo dagas encustradas en el cuerpo.

Mictecacihualt se agachó hasta el campeón, paso su mano en el rostro de manera suave, visualizando las heridas con rastros de sangre u raspones, la pequeña mancha de sangre en la comisura de sus labios fue limpiada por la diosa, sobresaltó por un momento, la tristeza tal vez..

Izel, tú...— Fue un rayo de esperanza para todos, la diosa probablemente había sentido vida en él, Quetzalcóalt se acerco a Tezcatlipoca para tomar de nuevo aquello que era suyo, sin embargó una mano paró su acto, era el mismo Tezcatlipoca.

Seguía vivo después de haber sido perforado por aquél joven, todos miraron aquella escena con odio, enojó, asombro, estaban tan molestos que probablemente Izel hubiera muerto en vano.

Idiota... Maldito mortal— Tezcatlipoca se había levantado, era un Dios e Izel un simple humano.
Tezcatlipoca, entrega el sol, has perdido— Quetzalcóatl había mencionado con un rostro serio y tal vez molesto, había dado una orden.

¿Y tú campeón, Quetzalcóatl? ¿¡Dónde esta el campeón de la humanidad, eh?!— Limpió su rostro el cuál tenía manchas de sangre, había dicho aquello en burla.

En esta segunda revancha era probable que perdieran contra el dios, sin embargo no darían la victoria fácilmente.

Los presentes miraban con despreció a Tezcatlipoca, aquél que seguía vivo y jugando sinícamente con los sentimientos de todos.
Había un peculiar personaje que no había aparecido, Meque, ¿En dónde se encontraba nuestro preciado ajolote rosado? Bueno, debido a que todos eran dúos, decidieron entregárselo a Moctezuma, por cualquier situación que se diera tenía a Meque para ayudarle, estaba tan cansado, cuándo vió lo sucedido con Izel se transportó a él, subía por el cabello castaño y se frotaba contra sus mejillas, lloraba aquél emisario; pensaba que tal vez sí hubiera estado con él se hubiera evitado todo, nada de eso importaba ahora realmente, no podía hacer algo para evitarlo, para evitar aquél dolor en sus amigos.

Onyx Equinox- ¡El campeón de la humanidad!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora