Despertó incómoda. Tardó en darse cuenta de que no se encontraba en su habitación y que no había dormido en su cama.
Se sentó en cuanto abrió los ojos como acostumbraba y apoyando las manos en su espalda arqueó su columna hasta el punto en que escuchó un ligero "Crack", relajó sus hombros y movió su cabeza de un lado a otro.
Abrió la ventana, sus ojos tardaron en acostumbrarse a la luz del día.
Reconoció lugares que visitaba cuando era niña y sonrió de forma inconciente. Faltaba muy poco para llegar y los recuerdos la inundaban.
La gente iba de un lado a otro, hablando y riendo. Algunos llevaban bolsas y canastas de comoras y las damas que lucían más elegantes habían cargar estos a sus criados, quienes sin poder oponer resistencia a veían obligados a comenzar un aturdido paseo con sus señores, que cambiaban de opinión en cuanto a vestidos, sombreros, colores y vestidos.
Hombres de traje y de ropas comunes por igual iban también a comprar, aunque notablemente menos fáciles de distraer que las mujeres. A pesar de la elegancia de unos se quejaban en igual proporción de altos precios.
- Llegamos princesa Marian - dijo cordialmente para la sorpresa de la joven pelirroja.
- ¿En dónde estamos? - preguntó confundida.
- No lo sé princesas - aunque trataba de disimularlo, Marian sabía que estaba ansioso por regresar.
- Estaba segura de que me llevarían hasta la puerta de la casa de mi tía - levantó una ceja, enmarcando su serio rostro.
- Las órdenes del principe Juan fueron muy claras; la traemos hasta aquí, regresamos lo más rápido posible y es todo - la joven relajó su rostro.
- Supongo que no quiere que el castillo quede desprotegido - el guardia asintió.
- Hubo informes de que Robin Hood estuvo cerca del castillo estos días - Marian disimuló su pánico - El príncipe Juan desconfía de todos.
- Y-ya veo - tragó con fuerza - En ese caso, creo que es mejor que ustedes regresen para asegurar que mi querido primo esté bien.
Observó atentamente a su alrededor para tratar de ubicarse y llegar a la casa de su tía, sin embargo todo en su memoria la confundía.
- La ayudaré con sus maletas - ofreció amablemente el guardia. La única respuesta que obtuvo fue un asentimiento, ya que Marian volvió a mirar preocupada su entorno.
Cuando sus maletas se encontraban ya en el suelo y la carreta a punto de arrancar la marcha se resignó a confiar en sus memorias y más adelante detenerse a pedir indicaciones.
El carruaje levantó una nube de polvo que Marian tardó en dispersar.
Una risa atrajo su atención desde la acera de enfrente. Tosió un par de veces y trató de ver entre las partículas restantes de quién se trataba.
Reconoció el único rostro como conocido y mientras cruzaba la calle los recuerdos y el enojo llenaron su mente por completo.
- Pero a quien tenemos aquí, la princesa que traicionó a su reino. - la recibió burlonamente. Marian rió ante esas palabras con cinismo.
- Entre nosotros eres tú el de las traiciones y actos viles ¿Debo recordarte todo lo que hiciste?
- Ustedes me tendieron una trampa y por desgracia el príncipe le cree más a su enemigo que a su aliado. - bajó su tono de voz hasta que se convirtió en un susurro y con una sonrisa sentenció: - Yo solo estaba haciendo mi trabajo - Marian pensó dos veces su respuesta. Se quedó sin argumentos y Harry la Hiena lo sabía - Además te recuerdo que no fui yo quien no dudó en meter al enemigo en mi propia cama.
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Dear Robin - En edición
Storie breviNi el tiempo ni la distancia olvidan lo que el corazón recuerda.