Destroyer of Worlds | Bucky Barnes

Capítulo 1

I

Academia Preparatoria HYDRA, 7 años antes.

Dakaria.

El olor metálico de la sangre inundaba mis fosas nasales dándome nauseas. Raspaba fuertemente mis brazos con una esponja y jabón, para que el líquido rojo espeso se quitara de ellos. Lo único que lograba con eso era dejar mi piel roja de tanto frotar, el dolor era más soportable que ver la sangre de otros en mis brazos.

Sentí la puerta de mi habitación abrirse y unos pasos acercarse hasta el pequeño baño.

—Dakaria. —me congele al escuchar la voz de mi madre.

Le temía.

La vi a través del reflejo del espejo, ella estaba perfectamente arreglada y se veía muy tranquila como siempre, en cambio mi aspecto estaba más desaliñado de lo normal, mis manos temblaban y tenía sangre cubriendo la mayor parte de mi cuerpo.

—Hiciste un buen trabajo. —hizo una pausa, alargando mi sufrimiento. —Pero no fue suficiente.

Cerré los ojos con fuerza y retuve la respiración por algunos segundos.

—Nunca es suficiente para ti.

Mi voz salió en un susurro y se escuchaba casi quebrada, pero ella igual alcanzo a oírla.

—¿Quieres que me conforme con eso?

Una risa involuntaria se escapó de mí. —¿Con eso? —lleve mis manos a la cabeza, frustrada. —No me puedo acercar a nadie porque la gente me tiene miedo, por tu culpa.

—¿Mi culpa, querida? —ella negó con la cabeza. —Yo no soy la que arranca corazones sin piedad.

Ella conocía mis puntos débiles y los utilizaba en mi contra. En contra de su propia hija.

—¡Tú me manipulas para hacerlo!

Ella alzo las cejas. —¿Lo hago?

Estaba jugando con mi mente, y yo no podía hacer nada para evitarlo. Las voces comenzaron a sonar en mi cabeza.

—No-no. —murmure asustada, mientras golpeaba mi cabeza ligeramente.

Mátala.

No lo hare, sal de mi cabeza.

Hazlo tu entonces, matate.

La piel se me erizo.

Es la única forma de liberarte de nosotros.

Caí de rodillas al piso, mi madre me miraba desaprobatoriamente. —¡Quítamelas!

—Te entrene para que seas mejor que esto.

Cada frase que salía de su boca dolía como una puñalada.

—¡Ayúdame, por favor!

—Cuando seas mejor.

—¿Crees que no intento mejorar? —no sé cómo, pero encontré el valor para enfrentarla. —Todo lo que hago es por y para ti. Sigo tus malditas ordenes, hago cosas que no quiero y entreno día y noche, solo para que estés orgullosa de mi.

Sin darme cuenta una lagrima empezó a caer por mi mejilla. La expresión de mi madre seguía igual, seria, pero en su interior ella estaba relajada.

—No lo haces por mí, lo haces porque naciste para esto. —sentencio antes de desparecer de mi habitación.

Quería romper todo. Intente calmar mi respiración, pero la furia en mi era mayor.