Sobre una gran colina se encuentra un pueblo.
En ese pueblo hay un casita muy pintoresca.
En aquella casita vive una niña llamada Eunice.—¡Eunice! ¡Ya no salgas con barbaridades!
—¡Pero mamá! ¡Pero papá! ¡Pero hermana! ¡Tengo mucho vértigo!
—¿Cómo que tienes vértigo Eunice? –preguntó su hermana–.
—¡De verdad! ¿Por qué no me creen?Se escuchaba un alboroto en aquella casita pintoresca.
Los vecinos se alarmaron, porque usualmente solía ser una casita muy calmada.
Primero, doña Ariana con una bolsa grande de golosinas.Toc toc –se escuchó la puerta–.
—¡Doña Arianita! Mire que esta muchacha no quiere ir a la escuela, dice que tiene mucho vértigo.
—¡Ay doña Sarita! ¿Pero cómo que le dió vértigo?
—Yo no entiendo, no sé da vértigo si está acostada.
—Seguramente tiene un capricho, ya ve como se va a levantar si le damos unas golosinas.Doña Ariana entró a la casa con su bolsa de dulces y fue a la habitación de la niña.
Eunice no quiso comer ninguno, solo respondió:—¡No mamá, no señora Ariana, no quiero ninguna golosina, tengo mucho vértigo.
Don Mauricio, al escuchar el alboroto, fue rápidamente a la casita pintoresca, pues había escuchado muchos llantos de aquel lugar.
Tomó su bolsa de juguetes y se fue.Toc toc toc –se escuchó la puerta–.
—¡Hola Don Mauricio!
—¿Pero qué le ocurre a la niña? –preguntó Don Mauricio–.
—¡Pues mire que esta niña no quiere ir a la escuela, dice que tiene mucho vértigo!
—¡Válgame Dios! Ya verá que con una muñeca de trapo nueva, se le va a quitar.Mauricio entró a la habitación de la niña, pero nuevamente, la niña solo respondió:
—¡No papá! ¡No Don Mauricio! No quiero una muñeca nueva, tengo mucho vértigo.
La señora Jasmine y el señor Roberto escucharon el escándalo de la casita pintoresca.
Extrañados por el alboroto, tomaron su caja llena de leches y quesos y se fueron al lugar.Toc toc toc toc –se escuchó la puerta–.
—¡Señora Jasmine, señor Roberto! ¡Mi hermana no quiere ir a la escuela! ¡Dice que tiene vértigo.
—¡No puede ser!
—Seguro con un quesito y un trago de leche se le quita.La señora Jasmine y el señor Roberto entraron a la habitación de la niña.
Esta, ya cansada, volvió a repetir:—¡No hermana! ¡No señora Jasmine, no señor Roberto! No quiero golosinas, no quiero muñecas ni juguetes, no quiero quesos ni leche, tampoco quiero zapatos, no quiero mascotas, no quiero nada más, porque tengo mucho vértigo.
Nadie en el pueblo sabía qué hacer.
La niña ya había rechazado por adelantado las ofertas de las personas faltantes.
Todos estaban desesperados, no podían ayudar a la pobre niña.
Pero Eunice estaba mucho más desesperada, no podría quitarse ese vértigo.Después de unas horas, un pueblerino que no estaba en aquel pueblo llegó de un largo viaje.
Cuando se enteró de la situación que estaba pasando en la casita pintoresca, supo inmediatamente lo que debía hacer.Toc –tocó lo puerta y entró–.
—¡Eunice! ¡Eunice! Ya no tengas vértigo, ya llegué, ya estoy aquí.
—¡Derek! ¡Te extrañe tanto! ¡Tenía mucho vértigo.
—¡Pobrecita de mi hermana! ¡Seguro que tenías mucho vértigo!Aquella pequeña niña tenía mucho vértigo por su hermano, ¡Y cómo no extrañarlo!
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•¡Ya está aquí el terceavo relato!
Qué tragedia la de la pobre Eunice, nadie la entendía a la chiquita.
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¡Hasta la próxima!
~Katana
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Treinta hisotrias para pasar el rato
RandomAtrévete a sumergirte en otro mundo por un momento, déjate llevar por las emociones y anécdotas de estos personajes, quienes te contaran una pequeña parte de su vida. 30 relatos, 30 micro-historias, 30 One-shots, como le quieras decir. Aquí, vas a e...