Parte 6: Sentimientos que delatan.

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El fin de semana en casa de mi hermana resultó ser muy relajante para mí. Hablamos de todo y de nada. Ella, tan sabia como era, no volvió a sacar el tema "Camila". Creo que sabía que, llegado el momento, sería yo quien pidiera compartir mis emociones. Ally había visto a través de mí y había entendido mis sentimientos y lo desdichada que me hacían. A veces la había pescado mirándome como con intención de querer decirme algo, pero tan rápido como mis ojos encontraban los suyos, parecía desistir de su empeño.

Mi madre vino el último día de mi estancia allí y pasamos una grata velada las tres, tomando café y charlando de multitud de cosas. Fue la primera vez que me sentí como si fuera parte de ellas, como si nunca hubieran existido esas diferencias que nos hacían tan opuestas. Por supuesto, evitamos hacer cualquier comentario sobre la inminente separación de Ally, y encubrimos la ausencia de Troy alegando un fin de semana a solas entre padre e hija. No estoy muy segura de que mi madre, con su suspicacia, creyera del todo aquella simple excusa, pero no mostró ningún síntoma de incredulidad y mucho menos ansias de profundizar en el tema. Nosotras sólo pretendíamos evitarle más dolor.

Vi mi tristeza reflejada en los ojos de mi madre. Jamás la había visto tan apagada. Aunque ella se esforzaba por mostrarse distendida, supe que le estaba costando un mundo seguir respirando. No pude ni imaginar lo que sería quedarse sola, el perder a la persona que tanto se ama... Ella era una mujer más fuerte de lo que yo nunca hubiera imaginado. Ahora lo veía claro. Seguramente, lo único que la mantenía con vida era el pensamiento de que llegaría el momento de reunirse con él, de que él la estaba esperando ya en un mundo perfecto en algún lugar...

Incluso para la muerte existen excusas que pueden dar esperanzas.

Ese domingo mis pensamientos también estuvieron con Camila. Durante los ochos años que pasé sin verla, nunca había dejado de aparecer en mi memoria, incluso en mis sueños. Pero a medida que pasaba el tiempo su imagen se iba desvaneciendo también.

Ahora, ella había vuelto, trayendo consigo mis antiguas ansias.

Regresé a la soledad de mi apartamento la tarde-noche de ese mismo día. Me alegré de haberle dejado al conserje del edificio el encargo de tener mi teléfono listo para mi regreso. Eché un rápido vistazo al contestador, que indicaba un mensaje nuevo. Apreté el botón, sintiéndome extrañamente excitada. Y sabía el por qué.

El mensaje, para mi desilusión, era del hospital. Maldije por lo bajo al darme cuenta de que había olvidado todo el asunto de mi trabajo. Me hice la firme proposición de acudir al día siguiente a la clínica y firmar mi renuncia de una vez por todas.

Decidí animarme como casi todas las mujeres lo hacían: comiendo y comiendo. Y si era algo que añadía cantidades ingentes de calorías al organismo, tanto mejor. Así que saqué una tarrina de helado de chocolate del congelador e hice mi camino de vuelta hacia el sofá, donde me estiré cómodamente.

Encendí la tele para distraer mi atención lejos de mis pensamientos mientras engullía grandes cucharadas de helado. Era cierto eso que decían de que el dulce tenía propiedades relajantes.

El día siguiente vino cargado de aburrimiento y de anhelos, aunque yo ignoraba de qué.

Me dediqué casi por entero a poner orden a mi siempre revuelto apartamento para mantenerme distraída. Incluso ordené cada cajón, y cuando me encontré, casi por casualidad, con un añejo álbum de fotos, lo solté como si me quemara.

Mi padre estaba allí dentro.

Una vez que acabé con esa tarea y mi ático pareció algo menos que una selva, pensé en llamar a Ally e invitarla a cenar o a ir al cine. Era evidente que no quería estar sola. La soledad, por entonces, me daba mucho margen para pensar. En tan sólo unos días, Camila había logrado que yo no sintiese tanto placer en mi voluntario retiro.

Mi bella Camila; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora