En el mes del orgullo queremos mostrar la diversidad que forma nuestra sociedad. En esta antología podréis encontrar representación muy diversa con toques de fantasía, acción, romance, narrativa juvenil, humor, etc.
¡Déjate cautivar por el brillo ar...
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Estaba aporreando el cristal de la ventana de nuestra amada agencia de viaje mientras mi amiga intentaba cogerme el brazo para que no me cargara el cristal. Gritaba como una loca exigiendo que alguien nos atendiera mientras todos los pasajeros de otros vuelos nos miraban preocupados.
El problema de esta situación era que que nos habían cambiado de vuelo y que en aquel momento estábamos en medio de África cuando nuestro destino eran unas vacaciones en Perú.
―Miranda, por favor, estás montando un escándalo ―dijo mi amiga Dorothea mientras intentaba calmarme.
―Una mierda, quiero una indemnización ―seguí golpeando el cristal con el dorso del puño.
Entonces en aquel momento apareció un señor mayor detrás de la ventanilla y su cara precisamente no era amigable. A veces, los viejos no eran amigables.
―Estamos cerrados ―dijo mientras señalaba el horario.
―Me importa una mierda, quiero que alguien me atienda.
―Estamos cerrados, vuelvan mañana por la mañana.
Y de la misma forma que había aparecido se fue dentro y no volvió a salir.
―Los viejos no tienen paciencia.
―Miranda, por favor, intenta calmarte.
―Dory, estamos tiradas en Angola ¿como quieres que me calme?
―Inspira y expira ―empezó a hacerlo.―Como yo.
Le seguí la corriente a mi amiga castaña mientras respiraba al mismo ritmo que ella.
―¿Mejor?
―Una mierda, vayámonos de aquí. Busquemos un hotel para pasar la noche y mañana vendremos a quemar la agencia, el aeropuerto y al señor de dentro.
Dory se rió mientras salíamos del maldito aeropuerto con las maletas a rastras.
En la salida del maldito aeropuerto encontramos varios taxis, los conductores estaban fuera, esperando a algún turista que recoger.
Me hice una coleta dado que hacía un calor del infierno y luego fuimos al primer conductor que encontramos. Era un chico joven que nos sonrió nada más vernos. Miró a mi amiga y no se cortó un pelo en mirarla de arriba abajo y después a mi. El hombre se asustó al ver mi cara de mala leche.
―¿Qué estás mirando, amigo? ―le dije cabreada.
―Não te entendo.
Estaba sudando, mis vacaciones de ensueño se habían ido a la mierda, y la única posibilidad que tenía de declararme a Dorothea en la cumbre de Machupicchu también se había ido a la mierda, como para aguantar a un tío baboso, estaba yo.
―¿En qué idioma habla esta gente? ¿Tombuctú?
―Creo que es gallego ―dijo Dory.
―Sí, ahora resulta que Amancio Ortega tiene una sucursal en Angola y les da clases por la tarde.