Jimin era un chico de veinte años, pero ingenuo de alma, tenía un pequeño problema...era tartamudo, él y las palabras no se llevaban, razón por la cual estudiaba danza contemporánea, con su cuerpo podía expresar todo lo que no podía con su voz.Ese día se quedó dormido y tenía una presentación, así que agarró su bolso y partió rápidamente olvidándose de lo más importante para él, su comunicador.
El comunicador le permitía comunicarse con el resto sin tener que hablar, el escribía allí lo que quería decir y así evitaba hablar y ser objeto de burlas.
Jimin tenía una tremenda adicción por el azúcar, específicamente los dulces, no podía empezar ni terminar el día sin ellos.
De camino a la universidad pasó a un pequeño minimarket para abastecerse de su debilidad.Cuando entró, buscó la sección de las golosinas, pero no las encontraba por ningún lado, se acercó al cajero donde sólo había un chico leyendo una historieta.
Jimin abrió su bolso para sacar su comunicador, pero no lo encontró, seguro que con el apuro lo dejó encima de su velador.
¿ Y ahora qué iba a hacer?
Mientras tanto, el chico de la caja miraba con curiosidad al rubio de cuerpo chiquito que desesperado revolvía su bolso.
- ¿ Te puedo ayudar en algo?- le preguntó al chico.
Jimin levantó la cabeza y miró por primera vez al contrario, era un chico más o menos de su edad, pelinegro y de cuerpo bastante más grande que el suyo.
Jimin estaba en la disyuntiva de si hablar y arriesgarse a que se burlara o irse y pasar el día sin sus dulces, pensándolo bien al chico no lo vería nunca más así que se arriesgaría.
- Di-dis-di-discuuul-pa- le dijo agotado con tan sólo una palabra.
Jungkook lo miró y le dedicó su mejor sonrisa, el chico era realmente tierno.
- Dime que necesitas, o si quieres sólo señalamelo y te lo traigo- le dijo tratando de aliviar al chico.
Jimin lo miró y se sonrojo, el chico estaba siendo amable con él y no había asomo de burla.
Jimin miró hacia todos lados pero no veía por ninguna parte los dulces, ¿cómo hacerlo para hablar lo menos posible?, y se le ocurrió.
- Duuul- duu- duulcee- dijo Jimin sintiéndose satisfecho.
El chico pelinegro quedó hechizado con la boca de Jimin, era demasiado erótico el verlo pronunciar dulce arrugando su boquita de labios rellenitos, abultados y rojos como el pecado, era como si pidiera a gritos ser besado.
Jimin pasó su lengua por sus labios y el chico contrario la siguió embelesado.
Como Jimin veía que el pelinegro sólo lo miraba sin responder levantó su mano y se la agitó cerca de la cara.El chico al darse cuenta, se sonrojo un poco y le hizo una seña para que esperara, al rato volvió con una caja en sus brazos y saliendo de detrás del mostrador se la señaló a Jimin.
Jimin se acercó y vio que estaba repleta de dulces, cosa que lo hizo sonreír.
El pelinegro nunca había visto una sonrisa tan bonita.- No he tenido tiempo de colocarlos, pero elige los que quieras y te los paso por caja.
Jimin lo miró y también le regaló una sonrisa, para luego escoger un montón de dulces y pasárselos al pelinegro.
Después de pagar, le hizo adios con su mano y salió corriendo para no llegar tarde a clases.