Capítulo 3 - Paciencia

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Cap 3 - paciencia.

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Odio las mañanas, no le encuentro la magia a que unos pájaros cuchicheen en tú ventana a las seis de la mañana, mucho menos a los rayos de sol que traspasan la cortina e irritan mis ojos pero sobre todo, detesto ir a clases y no porque odie la carrera, es sólo que ¡son en la mañana!

La vecina ha dejado de oir música hasta las altas horas de la madrugada, mis oídos están agradecidos con ello.

Desde que nos vimos, actúa un poco extraño, por no decir demasiado. Sin mencionar que la he visto tomando fotos con "disimulo" Que resulta penosamente obvio.

Pero el momento más extraño sin duda fue aquel día de la basura.

Aún recuerdo como camino de forma extraña hacia mí y me miro con cara de constripada para luego tropezar, lo que quedó en sus rodillas debió doler.

Cuando quise ayudarle me di cuenta de su carita de niña.

«¿es que ahora eres un anciano tú?» cierto, a lo mucho debo llevarle como dos años pero el hecho de que aún no está en la universidad me hace sentir superior de alguna manera.

«pero bastante que piensas en la veci compañero» ¿Quien piensa mucho en ella? Nisiquiera la conozco.

Me concentro en seguir caminando y llegar a la panadería a trabajar donde el señor Jose ya está ajetreado de un lado a otro.

― ¡Muchacho! Que bueno que llegas ¡corre, corre! Ve al mercado y trae pasas, chocolate y levadura ¡anda que lo necesito ya!

― Ya mismo señor ― lanzo sin miramientos el bolso por detrás de la barra y salgo casi corriendo.

Cuando comencé a trabajar con el señor José, debo admitir que fue por rebeldía. Mis padres no me dejaban ir a fiestas por que el dinero que usaba era de ellos.

Luego por distracción, no podía seguir pensando en lo que pasó así que el trabajo fue un excelente distractor. Ahora sólo puedo decir que no me arrepiento de nada.

Después de traer lo que pidió, me voy al refrigerador a guardar ahí lo necesario, el señor jose viene a mi encuentro.

― ¿Le pagaste el chocolate a luifer? A ese viejo tacaño no le quiero deber ni el saludo ―sonreí por sus ocurrencias.

― Si señor y ya que estaba de camino, también le pague a Carmen el jamón del otro mes para poder pedir más.

― ¿Que haría yo sin tí? ―más que pregunta suena a burla halagadora.

― Ganar mejores propinas señor -respondo lo que tantas veces se queja de mí.

― Tienes razon, debo conseguirte novia, a ver si cambias esa cara de "me urge una o no sere feliz" — me mira para medir mi reacción. Intento sonreír para no darle hierro al asunto.

— con todo respeto señor, le deseo suerte en eso.

— ¡Ja! ¡Que suerte! Tu sonrisa brilla mas que los comerciales de pasta dental, no más que la muestras una vez al año por aqui.

— me hace parecer un amargado — su ceja se alza de inmediato y se que quiere sonreír, su comisura tiembla.

—yo no he dicho nada y basta de chachara !al horno ahora! — es gracioso ver como borra la sonrisa para simular seriedad.

― ¡Si señor!― hago el típico saludo militar.

―y hoy sales tú a escuchar a la señora González, no estoy de humor para sus quejas sobre los precios ¡y sigue comprando! Vieja quisquillosa ¡ja! No puede resistirse a mis panes, ojalá y se quede muda— y así se va murmurando más cosas a cerca de la señora González.

A mi vecina le gusta el K-pop Donde viven las historias. Descúbrelo ahora