Eriwyn, la ciudad mercante.

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Arthur llegó a la habitación en que descansaba Emil y se paró frente a la puerta. Lo pensó por unos segundos y decidió tocar.

CAPÍTULO 3: Eriwyn, la ciudad mercante.

Arthur: Emil -tocando la puerta- ¿Estás despierto?

Al momento en que llamó a la puerta escuchó un fuerte estruendo proveniente de dentro, como si algo grande se hubiese caído. Por su mente pasó la posibilidad de que Emil se hubiera hecho daño, así que abrió la puerta rápidamente al notar que no tenía seguro.

Arthur: ¡Emil! ¿Estás bien?

Pero al abrir la puerta el pelirrojo no se encontró con Emil, en su lugar estaba una chica de cabello dorado envolviendo una especie de vendas alrededor de sus pechos mientras miraba a Arthur con la cara enrojecida.

Arthur: Emil...

Emil: N- ¡NO MIRES!

La chica agarró un casco de hierro que reposaba junto a su cama y se lo arrojó a Arthur, afortunadamente cerró la puerta antes de que le diera en la cara.

Emil: ¿A qué has venido?

Arthur: Solo venía a hablar contigo, no era mi intención verte así.

Luego no hubo respuesta, hasta que después de unos minutos le dijo que pasara. Temeroso de que le lanzaran algo más, Arthur entró a la habitación con un poco de desconfianza y tomó asiento en una banqueta. Emil había recogido su pelo y disimulado su pecho, volvía a parecer un chico andrógino.

Emil: Siento haberte lanzado mi casco, me puse muy nervios... nerviosa... ya no tiene caso ocultarlo.

Arthur: No, soy yo quien debería disculparse por entrar sin permiso, escuché un ruido muy fuerte y pensé que te habías hecho daño.

Emil: Perdón por preocuparte, entré en pánico cuando llamaste y me caí de la cama. Dijiste que querías hablar conmigo, ¿de qué se trata?

Arthur: Ya me he disculpado, pero lo haré de nuevo -agachando la cabeza- Por favor perdona mi comportamiento en la prueba de aptitud. Sé que dije que no me contendría, pero creo que me excedí con mi último ataque, podría haber terminado peor.

Emil: Es innecesario disculparse, en ese momento te dije que no importaba, si no hacías destacar tus habilidades sería menos probable que cumplieras tu objetivo, ¿no es así? Además ya estoy completamente bien, ¿ves? -dijo estirando sus brazos al frente- Pero si necesitas una disculpa, entonces está bien, te perdono.

Arthur: Gracias, Emil.

Emil: Pero con una condición, prométeme que no le dirás a nadie que soy una chica.

Arthur: Lo prometo (Aunque creo que es evidente.)

Emil: Me alegra oírlo, aunque tenía pensado amenazarte si te negabas.

Arthur: ¿Amenazarme? ¿Con qué?

Emil: Ya sabes, puede que de lejos tus hechizos luzcan muy normales, pero deberías practicar más tu enmascaramiento.

Arthur: Mierda, parece que aún no me acostumbro. ¿Fue muy obvio?

Emil: Un poco, aunque solo si se prestaba suficiente atención. Además de los magos practicantes de la magia sagrada, nadie puede lanzar hechizos sin conjurar o sin una herramienta, a no ser que seas un hechicero.

Arthur: Parece que ambos compartimos secretos, pero, ¿por qué lo ocultas? Puedes enlistarte en el Ejército aún siendo mujer.

Emil: Tengo mis motivos, por favor mantenlo en secreto, al menos hasta que sea escogida como exterminadora.

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