35_ Esmeralda y el niño lobo

259 32 14
                                    

En el bosque, no hay presa más fácil de capturar para un lobo, que una dulce niña indefensa que jugaba con las flores, de espalda.

Sigilosamente, perdiéndose el sonido de sus pasos en el aire, la bestia se acercó a ésa niña rubia que recogía flores, de cuclillas.

Preparando sus manos, abrió sus dedos mientras pequeñas garras surgían y en su boca, sus colmillos nacían.

No era algo personal, era la supervivencia del más fuerte, en ése caso, él.

Listo para atacar, la niña se volteó, viendo a un niño pelirrojo, con piel algo bronceada y ojos grises.

-Hola, soy Esmeralda.
¿Qué haces?- preguntó la pequeña, de manera inocente.

-Yo... soy un lobo feroz y te quiero devorar.- respondió el niño que sólo era un par de años mayor que la niña.

¿Fue descuidado?

No, no lo entendía pero ésa niña fue capaz de darse cuenta de su presencia, algo que no era nada usual en una persona común.

-¿Quieres jugar?- preguntó la rubia, colocándose de pie.

El niño la miró fijamente, no viendo señal de miedo en ésa niña de ojos azules, cabello rubio, con una caperuza roja, teniendo una tiara hecha de flores.

Era la primer humana que no le mostraba miedo alguno a él y no le gustaba.

-Oye, niña humana, deja de ignorar lo que te...

-Ve por la rama.- dijo la niña, lanzando una rama que había cerca, para luego ver con emoción a su compañero de juego.

El niño, la miró con un leve tic en el ojo, tan deseoso de acabar con ésa niña.

-¡No soy un perro!- gritó el pelirrojo, muy enojado.

Ésa niña humana era muy atrevida contra él, un orgullo lobo y éso no se lo permitiría.

-¿Entonces a qué te gustaría jugar?- preguntó Esmeralda, acercándose de manera curiosa a ése niño que retrocedió por la cercanía, mirando con nervios a ésa humana.

¿Qué clase de persona ve a alguien de su raza y no muestra una sola pizca de miedo?

-¿Qué no tienes alguien para jugar contigo?- preguntó el niño, empujando levemente a la niña para que se aleje.

Esmeralda, parpadeo un par de veces, pensando en una respuesta.

Ése niño le recordaba al señor lobo, pero en versión pequeña.

-No, tengo amigas, pero no me siento del todo cómoda ya que me dan miedo las personas.- respondió con honestidad.

El silencio gobernó por unos segundos, mientras se veían fijamente, no pudiendo el niño soportar más ése incómodo momento, desviando la mirada.

-Ésa... ésa cosa, mi madre también las hacía, cuando tenía tiempo para mi.- dijo el pelirrojo, señalando la tiara de flores que llevaba ella.

La pequeña, llevó una mano a su cabeza, no habiéndose dado cuenta hasta ahora que no tenía su capucha puesta, sino la tiara de flores que le hizo su madre.

-Mi mami es quien la hizo, pero puedo hacer uno para el niño lobo.- dijo la rubia, poniéndose de cuclillas y agarrando un par de flores que habían a su alrededor.

-No me digas así, mi nombre es...

El niño, que iba a presentarse, se callo al ver que ella parecía no darle atención, sólo se concentraba en las flores.

La hija del lobo ferozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora