Un día tranquilo y algo caluroso se hacía presenté y el solitario lobo, se encontraba en su forma humana, acostado en el sofá de la sala, con sus ojos cerrados mientras disfrutaba la paz.
La pequeña Esmeralda, se acercó lentamente al hombre y se arrodilló en el suelo, jugando con sus manos, algo nerviosa.
-Señor Telence.- llamó la pequeña al hombre que fruncio el ceño.
-Me vuelves a llamar así y despidete de tus cuerdas vocales, además, es Terence.- explicó, con fastidio.
Adiós paz y tranquilidad, los iba a extrañar.
-Señor lobo, ¿quiere jugar conmigo a algo?- preguntó la rubia, de manera tranquila.
El hombre abrió sus ojos y la miró, creyendo que lo dijo de broma para molestar un poco pero no, ella lucía sería.
-¿Qué me ves cara de querer jugar?- preguntó el rubio, con fastidio.
¿Por qué querría alguien de su clase jugar con una simple cría humana que ni siquiera tenía un nombre propio?
-No, sólo lo veo con cara de amargado.- respondió Esmeralda, con total honestidad e inocencia.
-¡Oye!- y el hombre se sentó, para darle una mirada amenazante por su atrevimiento.
-Por favor, estoy aburrida.- suplicó la ojiazul, intentando convencer al lobo.
-¿Y a qué se supone que quieres que juguemos?- preguntó el hombre con una sonrisa de costado.
Era obvio que se iba a negar a cualquier cosa que le proponga, pero estaba algo aburrido y ésa cría humana podía ser un poco divertida sí intentaba no perder el control y enojarse.
-A que yo era una niña grande y el señor lobo me dejaba montar un caballo yo sola.- respondió Esmeralda, con la cabeza levemente agachada y mirando al hombre, intentando verse tierna, pero no le funcionó.
El rubio al oír tal cosa, fruncio el ceño, intentando contener su enojó por la semejante locura que le propuso ésa niña humana.
-¿Estás demente?
No voy a dejar que hagas éso y punto.- aclaró, no estando dispuesto a cambiar de parecer.Los humanos eran frágiles y sí se caí del cabello, no sabía que le podría pasar y no es que se preocupe por ella, sólo quería evitar que ella lo aturda con su llanto.
-Pero como yo cuidó a los caballos, me dijeron que se sienten muy triste por que no los monto sola.- dijo Esmeralda, no estando dispuesta a rendirse tan fácilmente.
-¿Sabías qué sí mientes te crecerá la nariz?- preguntó el hombre y la rubia llevó ambas manos a su nariz, asustada.
El lobo con forma humanoide, al percatarse de que ella estaba sucia, como sí se hubiese caído varias veces, la miró con sorpresa.
-Un momento, ¿por qué estás tan sucia?- preguntó, intentando contener su enojó al máximo.
Esmeralda al oír la pregunta, agachó la cabeza y se puso a jugar con sus dedos, sin querer mirar al hombre.
-Yo... no me puedo subir sola a los caballos, son muy altos.- respondió en un pequeño susurro que fueron oídos por la gran audición del lobo que ahora tenía sus ojos amarillos del mismo enojó.
-Dime, mocosa, ¿hoy tienes ganas de recibir una buena y merecida tunda?- preguntó, con su paciencia al límite.
Ésos caballos le salieron muy caro y no quería que por un descuido de ésa humana, se escapen de sus establos.
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La hija del lobo feroz
Short StoryUna niña, odiada por todos, se ve en el fín, sin ganas de vivir, caminando por el tenebroso busqué en la tormenta, esperando encontrar el fín de su vida, pero en lugar de éso, encuentra un hogar y una familia. ¿Qué aventura le esperan?