Mentira

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—Lárgate, si eso es lo que quieres, puedes hacerlo, nadie te va a detener —soltó mi padre, para luego golpear su mano contra la mesa.

Esperé en silencio, para luego mirar hacia el bosque. Solo quería desaparecer; después de aquel incidente, mi padre me llevó con mentiras a la casa de mi abuela. Ir de Seúl a un pequeño pueblo alejado en Daegu era algo que concretamente nunca se me hizo tan real como ahora. El clima en el pueblito de Daegu es alegre, armonioso, ¿qué haría yo ahí? Mis abuelos son una luz en mi familia, ¿por qué apagarlos con mi oscuridad?

—Lamento haberte mentido —se disculpó mi padre—, no sabía qué más hacer; no salías de tu habitación; los gritos nocturnos no me dejaban dormir. Solo querías irte de casa, así que esto es lo mejor.

No respondí, porque no tenía algo en la punta de la lengua; era verdad, no iba a mentir. Las pesadillas cada vez eran más seguidas, el dolor que veía cada vez al mirarme al espejo solo hacía que me lamentara no haber muerto aquel día.

Me coloqué los cascos, para luego darle play a mi lista de música; era mi única salvación en todos estos meses: música.

Poco a poco los edificios de la cuidad central de Daegu pasaron a perderse entre los árboles, pequeños monumentos y casas cerca a la carretera, según mi padre, esas casitas eran parte de las alamas que rondaban en el bosque.

Miré de reojo mi rostro, lo lamenté al instante.

Llegamos a una estación de tren, mi padre bajó la maleta, y me guio hasta la entrada, compró un boleto y me lo extendió.

—Taehyun —llamó mi padre—, hijo cuídate mucho por favor.

Solté un suspiro, ni siquiera me esmeré en sacarme los cascos de los oídos.

—Intentaré no meterme en ningún lio, papá —solté.

Subí al vagón, que abrió sus puertas de par en par; el transcurso hasta el pueblito de mis abuelos llevaría unas dos horas a lo mucho; tenía que ir en tren, porque este es el único medio de transporte que tiene acceso; no hay una carretera cerca.

Miré por la ventana, y me despedí de mi padre con la mirada; él agitó su mano.

Al lado izquierdo mío se sentó una señora de unos cincuenta pocos, mientras que en el lado contrario se acomodó un chico de unos veinte y algo.

Estación número 105; Pueblo de Misanoko.


Ese era mi paradero, miré a la señora a mi lado, y me despedí cordialmente; la conversación que habíamos entablado se basaba en dejarla hablar a ella todo lo que se me fuese posible, solo algunas veces respondía con un: sí, para estar concuerde en algún punto en común.

—Cuídate mucho, muchacho —sugirió, cuando yo ya estaba cerca a la puerta.

—Igualmente —correspondí.

La camioneta de mi abuelo fue lo que llamó mi atención una vez me acomodé en la estación.

—Wow —murmuró para sí—, ya estás grande.

Asentí, mientras arrastraba una maleta; mi abuelo solo cargaba mi pequeña mochila.

—Han pasado casi cinco años desde la última vez que vinieron de visita a Seúl, abuelo —comenté.

—Cómo pasan los años, ¿verdad? —preguntó.

Asentí.

Mi abuelo acomodó la maleta en la parte trasera de la camioneta; sujeté mi mochila contra mi pecho.

✧ our lost summer» TXT; taegyu  ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora