Luz en la oscuridad (ii)

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—Yo... uhm... —titubeó, para luego dirigirse al armario blanco que estaba cerca a la pared derecha—, no me sentía totalmente cómodo con las camas comunes —confesó—, así que...

Una cama de excursionistas impacto contra el suelo; ¿acaso este chico no tenía algo normal en casa?

—Bueno... eso es ¿interesante? —pregunté.

Interesante —dijo, parecía que saboreaba las palabras—, sí, supongo que sí.

Asentí.

—Oh, casi lo olvidaba —soltó, mientras acomodaba la cama a un lado de la habitación—, ¿trajiste ropa extra? —preguntó.

—Solo una sudadera —respondí.

Beomgyu rodeó los ojos.

—Bueno —murmuró, abrió uno de los cajones del armario y sacó unos pantaloncillos color crema, y una sudadera color blanco—, póntelos, a donde vamos a ir no puedes ir de esa manera, aparte el día es muy hermoso como para andar tan oculto.

Tomé el conjunto entre las manos, y esperé a que Beomgyu saliera de la habitación. Nunca me había gustado cambiarme delante de otros, de cierta manera me había cohibido tanto de que las personas no llegaran a ver mi quemadura que cambiarme en cualquier lugar público me daba pavor. Me puse los pantaloncillos con toda la prisa que se me hacía posible; pasé la cabeza por el hoyo de la sudadera blanca.

Lavanda, ese era el olor que inundó mi nariz, había estado tanto tiempo con Beomgyu, y aun no conectaba un olor a él. En el campo los olores que emanaban las flores eran diversos, pero ¿cuál era el olor que relacionaría con Beomgyu?

—Pasa —afirmé, para que los pequeños golpes de la puerta cesasen.

Beomgyu me quedó mirando por un momento, para luego sonreír.

—Parece que no te gusta el bronceado —indicó.

—Ya —vacilé—, ¿vas a decirme que estoy tan pálido como un vampiro? —jugué.

La mano de Beomgyu se quedó en el aire, las facciones de su rostro se habían quedado rígidas, duras cual piedra.

—Estoy bromeando, si fuera un vampiro me habría muerto hace mucho, y odiaría tanto el verano que sería un cascarrabias —solté.

Beomgyu volvió a sonreír. Pude soltar un poco del aire que había estado reteniendo.

Pálida, su piel parecía marfil, estaba tan bien cuidada y tan reluciente que me tomó un momento pensar que estaba mirado de más a Beomgyu. Aparté la vista, mientras él terminaba de cambiarse de camiseta. Cuando se desabotonó el pantalón negro, salí de la habitación a fuerza. Mis orejas ardían de vergüenza, ¿se habrá dado cuenta que lo miraba de más?

Hice un puño, si hubiera tenido las uñas lo suficientemente largas, me hubieran hecho sangrar la palma de la mano.

—Listo —anunció.

Alcé la vista, Beomgyu me sonrió.

«Todo está bien

Caminamos hasta llegar a la planta baja, hice una reverencia de despedida a Miniko antes de salir. Ella me devolvió el saludo.

Una vez fuera, la brisa veraniega hizo que me ruborizara, noté que había un gran árbol de cerezo a un lado del enorme jardín.

Beomgyu colocó sus manos detrás de su cabeza, y alzó la vista al cielo.

—Me gusta el verano —confesó—, es de mis estaciones favoritas, y esta ciudad está en un verano eterno.

—¿Cuánto tiempo tienen viviendo aquí? —pregunté.

—Bueno, mi abuela fue la primera que llegó aquí —respondió—, vino con mi abuelo, él tenía esta pequeña casa, que pertenecía a su familia desde hace años. Ambos se quedaron a vivir aquí desde hace mucho tiempo, así que toda mi vida he vivido aquí.

«Toda

Beomgyu me tomó de la mano, y me hizo caminar a la par de él. Los pasos que provenían de él eran firmes, típico de alguien que conocía este lugar; los míos eran estúpidos y sosos, típico de un turista, de alguien de ciudad.

—¿A dónde vamos? —quise saber.

—Será una sorpresa —contestó.

Me despedí con la mano de la madre de Beomgyu cuando la vi en el jardín trasero. Caminamos a través del bosque que estaba a finales del jardín, los arbustos tocaban mis piernas, y eso solo me hacía recordar el por qué preferiría los pantalones a los pantaloncillos.

—Aquí es —informó Beomgyu.

Miré el follaje de arbustos que tenía delante, no era posible que fuera a haber algo normal aquí. Beomgyu cruzó el follaje, su cuerpo se perdió del otro extremo. Crucé con los ojos cerrados, la luz del sol dio con mis ojos aun cerrados, así que decidí abrirlos, un pequeño manantial nos miraba a unos pasos, Beomgyu se estaba sacando las zapatillas, para luego caminar hacia la orilla de este.

—Ven —dijo, para luego comenzar a entrar más al manantial.

Caminé hacia la orilla, y me saqué las zapatillas sin desatar las agujetas. Comencé a caminar hacia Beomgyu, mientras daba un paso, mi cuerpo cada vez se encogía, el agua era fría, fue cuestión de minutos para que mi cuerpo se adecuara.

Beomgyu se sumergió, no sé cuanto tiempo me tomó imitar el mismo gesto; abrí los ojos bajo el agua, Beomgyu colocó la vista en mí también. Estiró la mano, la sujeté sin replicar. Nos quedamos mirando el uno al otro, sin decir más. Volvimos a superficie en cuestión de segundos.

Me acomodé el cabello mojado, mientras que Beomgyu seguía mirando el pequeño grupo de rocas que se alzaba a unos metros de distancia, el agua que caía desde aquella parte se veía demasiado atrayente.

—¿Vamos? —preguntó.

Negué.

Beomgyu se encogió de hombros, para luego sumergirse en el agua, y nadar hasta aquella parte.

La cabeza de Beomgyu salió por detrás del agua que caía del grupo de rocas, se acomodó el cabello por detrás de la oreja, y luego dejar que el agua tocara su rostro. El agua que caía jugaba con su cabello, mientras Beomgyu solo mantenía los ojos cerrados. Nadé hasta él.

—Sabía que vendrías —dijo, mientras se alejaba del chorro de agua.

—No quedaba de otra —musité.

—Inténtalo —pidió.

Caminé, hasta ocupar el lugar donde había estado Beomgyu.

El tacto del agua con mi rostro hacía que todo fuera más pasable, agradable; sentía que mi mente estaba en otro lugar, el agua hacía que mi cuerpo saltara un poco a la superficie, dándome la sensación de que estaba en la nada, sin algo a mi alrededor. Solo yo y Beomgyu. Podía sentir que había olvidado todos aquellos malos momentos. Me sentía... especial.

Me alejé del agua, para luego abrir los ojos, Beomgyu me miraba a solo unos pasos, me miró por unos segundos, para luego caminar hacia mí. Sentí como mis piernas flaqueaban, Beomgyu no apartaba la vista de mí, así que caminé a su encuentro, intentando comprender el lio que estaba en mi interior, aquel lio que atentaba en matarme desde hace mucho; cuando estuvimos a solo un paso, lo besé. La sensación de este acto hacía que todo pareciese hermoso, me sentía feliz. Una sola acción hacía que me sintiera en lo más profundo del mar, un lugar que para mí era el más hermoso del mundo; sentía que estaba en medio de la nada, teniéndolo todo con una sola acción. Beomgyu me acercó más a él, mientras yo rodeaba su cuello, sin dejar el beso; sentí que mi espalda tocaba una de las rocas, y por muy incomodo que fuese eso, no quería separarme de él. Mis piernas no aguantaron más, y flaquearon. Mi cuerpo comenzó a hundirse, pero Beomgyu no me soltaba, sentí como mi cuerpo se sumergía cada vez más; bajo el agua nos seguimos besando; seguía sin saber qué me robaba más la respiración: él o este líquido. El agua debía de habernos separado, pero no quería que esto acabase, y parecía que él tampoco, porque no había soltado su agarre. Fue él quien me sacó a la superficie, seguramente me había visto morado, pero no me hubiese importado morirme ahí.

Me apoyé en él, mientras retomaba la respiración, esto... esto era la felicidad, y quería que durase para siempre.

✧ our lost summer» TXT; taegyu  ✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora