Polly

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Una calurosa mañana de junio de 2014 me habían llamado de un asilo de ancianos, por alguna razón querían que fuese a visitar urgentemente. Por suerte el sitio no estaba muy lejos de casa así que ir de un sitio a otro llevaría menos de una hora.
Al llegar había una enfermera que sin levantar la vista del teléfono me pasó un formulario diciendo que lo llenara y que era mejor traer "al anciano o anciana" en el mismo momento, iba a empezar a decirme horarios de visitas, pero tuve que cortarla diciendo que me habían llamado a primera hora de la mañana. Solo entonces logré que dejara el teléfono.

— Espere un momento... — dijo sin quitarme la vista de encima, incrédula de lo que veía.

Volvió poco después con una enfermera con mechones de canas, el caballo le pasaba los hombros aunque tenía una parte en un moño un poco desordenado casi a la altura de la nuca, lo que le ayudaba a tener el rostro libre, aunque tenía más arrugas en la frente que en otras partes de su rostro, llevaba lentes redondos en la punta de la nariz y su blusa de médico tenía unos coloridos diseños como si fuese enfermera de pediatría. Había algo en ella que hacía tenerle confianza desde la primera vez, se notaba una dulzura de esas que ya son pocas actualmente más en ambientes como aquel.

— Buenas tardes, enfermera... Soy Verónica, me habían llamado por la mañana, dijeron que necesitaban viniera hoy mismo.
— ¡Es verdad! Yo fui quien le llamó, por favor, venga conmigo. Rebecca, gracias por avisar que ya había venido.

Dijo la enfermera mientras me hacía caminar con ella hasta llegar a un enorme jardín al centro del asilo, la casa había sido de las pocas antiguas, tuvo que restaurarse desde los cimientos para poder darle uso y se dio a la institución de ancianos de la capital. La enfermera caminó como titubeando hacia una de las bancas, viendo a todos lados por si alguna enfermera se acercaba, me invitó a sentarme cerca, parecía grave lo que iba a contarme.

— Esta semana tuvimos un problema con uno de los pacientes, tuvo un... digamos, colapso nervioso, la paciente ha tenido preocupaciones constantes, ha dejado de dormir, de comer, ha estado muy cansada... tememos pueda regresar a su estado de paranoia, lo sufrió hace décadas, pero cuando menos esperamos está en ese estado. Hasta hace dos noches empezó a llamarla mientras dormía o si se quedaba dormida en las actividades decía su nombre como una niña llamando a su mamá, ¿sabe cómo?
Solo asentí en respuesta y la enfermera siguió.

— La estuvimos buscando, nos tardamos un poco, lo sé, pero fue lo más rápido sin saber su apellido, no queremos que eso afecte al resto de pacientes y tememos se dañe nuevamente. La llamamos con urgencia porque la señora García no ha estado bien, quizás verla le haría bien... solo... ¿Ella la conoce de alguna parte? Ya sabe, por políticas del establecimiento.
— Seré sincera con usted y es que no conozco a la señora García...
— Andrea... bueno, Polly, estos días dijo que se llama Polly.
— A Polly, realmente no la conozco — dije aunque trataba de hacer memoria, era posible me equivocara, pero vi el rostro de la enfermera, como si le hubiese dado la noticia que su propia madre había fallecido —, pero podremos decir que es una pariente lejana... ya sabe, por políticas del lugar.
— Le agradezco mucho, señorita Verónica. Venga conmigo, yo misma la llevaré...

Dijo con más ánimo, los ojos le brillaban por las lágrimas que ahora eran de alegría. Volvió a guiarme por el pasillo alrededor del jardín y entramos a una habitación con vista al jardín tras la enorme casa; había dos camas aunque una estaba desocupada, en la otra descansaba una señora de cabello blanco, piel blanca salvo por alguna que otra mancha de la edad que no le quitaba la belleza que a su avanzada edad todavía podía darse el lujo de conservar.
La enfermera se acercó despacio y acarició el cabello como peinándolo, luego dio unos muy leves apretones en el brazo de la anciana tomándole luego de la mano mientras esta despertaba tranquilamente.

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