Capítulo 17

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     —Pasen por aquí por favor: Comentó la mujer sin dejar de ser hospitalaria y amable con Zao y Aisha.

     —Gracias.

     Algunos minutos después ambos buscaban minuciosamente entre las pertenencias del hombre todas sus cosas tratando de encontrar algún detalle que sirviera de pista. Salvo algunas pocas fotos del niño en esa casa junto a María en fechas especiales, como un par de cumpleaños y dos navidades. Sólo encontraron una sola foto del tipo, que inmediatamente reconoció Aisha como uno de los hombres de Zeta, junto a su hijo en la pérgola junto a algunos vecinos.

     Aisha, recién pudo enterarse que el patán a quien habían dejado al cuidado de su hijo, era un violador y asiduo captador de mujeres para ser usadas como prostitutas en los antros que eran propiedad de Zeta. Un hombre de lo peor.

     Después de buscar por casi dos horas todas las pertenencias de su hijo ella cogió todas las fotos que pudo encontrar e inmediatamente las guardó con ansiedad en su bolso, con la alegría de ahora tener cómo poder identificar a su hijo con un rostro más actual.

     Entre los accesorios del hombre pudieron identificar algunos medicamentos que Zao reconoció que eran propios de una persona hipertensa, además de algunas ampolletas de tranquilizantes, jeringas y alguno que otra bolsita de marihuana con lo que presumiblemente solía someter a sus víctimas al captarlas. Una libreta con algunos teléfonos y algunos chips de teléfonos que, inmediatamente Zao tomó, pensando que eso era algo que el hombre extrajo de sus víctimas o tal vez números que usaba para sus tranzas... y guardó en una bolsita e introdujo en sus bolsillos.

     Aisha encontró en el fondo del cajón de su ropa interior una carpeta con recetas de atenciones del niño. Todas aparentemente en un mismo hospital. El hospital central, el mismo que se encontraba lejos de allí y cerca a la residencia de Zeta. Al parecer todas las recetas coincidían con la firma de un mismo pediatra.

     Y en otro cajón encontró la foto del niño con una mirada triste, como despistado en sus pensamientos. Y tras de él algo que parecía la pared de un hospital. Al menos eso es lo que daba a entender esa fachada con bloques de pisos como si se tratara de un hospital muy lujoso.

     Minutos después se despidieron con la mejor de las cortesías de María haciendo la promesa de regresar con el niño para visitarla. Y sin más nada que los detuviera se alejaron no sin antes decirle a la mujer que no le dijera nada a su supuesto marido que ella encontró su escondite, en el caso que él volviera.

      Y así continuaron su camino, cogidos de la mano. Lo más alejados del camino empedrado. Y lo más cerca a la zona de arbustos.

     Esas tierras tenían vistas al valle y el río. Aunque de eso no se percataron mucho cuando recién llegaron por tener prisa por encontrar la dirección que Zao tenía de un contacto.

     —¿Viste eso?

     —Eso me resultó extraño. Con todo el tiempo que había pasado allí, no recordaba haber visto la línea azul del río en la distancia. Aunque, por supuesto, podría haber creído que era una alucinación. —Manifestó Aisha.

     —Tienes razón. ¿Viste eso? Al parecer he perdido mi toque por ir viendo el balanceo de tu trasero.

     —Cierto, eso tampoco lo vi al llegar. Se parece a...

      —¡¡La foto!! —Dijeron juntos a coro, al recordar la foto del niño parado frente a la puerta de ingreso. Y antes de marcharse quisieron ir hasta el lugar para indagar.

     —¿Será que tu hijo venía alguna vez a este hospital? —Preguntó Zao, con duda.

      Allí también habría una breve historia del hospital y algunas posibles otras cosas que Zao vio como una apetecible curiosidad que desentrañar.

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⏰ Última actualización: Feb 03 ⏰

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