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DÍA 2 - CAOS EN EL CENTRO DE LA CIUDAD
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—Doffy... —lo llamó el pelinegro.
—¿Sí, Croco? —el rubio respondió como si nada, con una sonrisa, ambas manos en los bolsillos y caminando con parsimonia por entre las calles repletas de gente y rascacielos.
—¿De verdad crees que esta es la mejor idea para una cita?
Doflamingo arqueó una ceja, la sonrisa eterna en sus labios.
—¿Lo dices porque está abarrotado de gente?
—Lo digo porque hemos escapado de prisión y estamos a plena vista.
Doflamingo se quedó en silencio. Se levantó las gafas de sol y lo miró sin pestañear por unos segundos.
—Nah, estaremos bien. —Se bajó las gafas y sacó otras de su bolsillo—. Toma, para ti.
—¿Con esto ya estaremos bien...? —Crocodile no estaba muy seguro del plan, pero se las puso sin rechistar.
—Por supuesto. ¿No confías en tu novio?
Crocodile exhaló, divertido.
—Confío, confío. Solo me pregunto cuánto tardarán en darse cuenta de que no estamos en nuestras celdas.
—¿Apostamos? —bromeó Doflamingo.
—Cien pavos a que tardan más de media hora en sacar los coches patrulla.
—Pensé que íbamos a apostar con algo más divertido, pero no diré que no a dinero fácil. —Sonrió, y Crocodile le rodeó los hombros con un brazo, acercándolo a él amistosamente.
