Mind reader

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Lo llevas escuchando prácticamente toda tú vida, las dudas sobre por qué no tienes una pareja si eres un tipo atractivo, de encanto enigmático, caballero y hábil físicamente; sobre por qué nunca has tenido relaciones sexuales cuando las oportunidades se han presentado al grado de desbordarse en situaciones incómodas para tu persona; has escuchado miles de cuestionamientos sobre tú identidad, en específico, tú orientación. La gente dejaba de interesarse después de tiempo sobre si eras heterosexual, homosexual, bisexual u alguna otra cosa porque nunca dabas una respuesta concreta; aunque realmente, nunca tuviste una.

Sabes que las etiquetas no lo son todo en esta vida, pero comprendes que estas mismas pueden ayudar a las personas a identificarse, a saber quiénes son cuando todo es extraño.

Y tú, lamentablemente, eres un ajeno para tú espectro emocional e íntimo.

Por fortuna, todos aquellos interrogatorios se vuelven obsoletos cuando comienzas a tener contacto con O.W.C.A, organización que se interesa más en lo qué puedes ofrecer como agente secreto que como persona. Si bien hay algunos detalles que no son particularmente tú gusto, sientes alivio en algunos de los requisitos, como lo es el evitar cualquier vínculo afectivo ―externo a la familia a la que serás asignado― que pueda comprometer tus misiones; de lo cual eres experto, considerando que las pocas relaciones que has tenido no han durado. Lo cual es lógico, teniendo en cuenta que nunca estuviste enamorado en esta, y en ocasiones, ni siquiera sabías que estabas involucrado en ellas.

Así que no hay porque temer a las preguntas como: ¿te gustaría salir conmigo? ¿Quieres pasar un buen rato a solas? ¿Acaso eres gay? Sino a aquellas donde se te cuestione cómo es que has llegado hasta ahí, cuál es tu rutina de entrenamiento, las prácticas que realizas.

Puedes vivir deslindado de la parte que hace eco en tu vida.

O eso creíste por mucho tiempo.

En el instante en que Monograma te ha asignado a alguien de manera indefinida, tú vida ha dado un giro progresivo de 180°; dejaste de lado las misiones esporádicas con enemigos peligrosos y potencialmente mortales a pasar el día con tú némesis, escuchando sus extensos ―pero intrigantes― monólogos de su vida pasada. Has dejado el encerrarlos por un período largo en prisión para consolar al hombre adulto que a veces no podía cargar consigo mismo. Habías dejado de pelear contra el mundo para comenzar a pelear en el suyo; ni siquiera te imaginaste ahí, sosteniéndolo, alzándolo, debatiendo sobre si su relación laboral era más o menos que eso. Heinz Doofenshmirtz transgredió lo que conocías para presentarte mejores cosas, soluciones, ideas de prevención, de ayuda.

Que no todos los científicos eran, realmente, malvados.

Que existían casos como el suyo donde hubieras dado lo que sea para protegerlo.

Que podían ser amigos y enemigos, que podías tener un némesis al cual aceptarle sus invitaciones de pasar el rato posterior a frustrar sus planes.

Que tu sexualidad y orientación no podían ignorarse por mucho más tiempo, en especial cuando comienzas a fantasear con sostener su mano después de una pelea sin ningún tipo de justificación, solamente por el deseo de sentir su tacto, su piel cálida, disfrutar de la cobertura rugosa.

Y quizás eso es lo que más te aterra de todo ese asunto.

Tratas de huir de las interrogativas, de las sensaciones, de las dudas. Incluso te ves mintiéndote cada mañana sobre la sensación que crece a lo largo de tú cuerpo cada que sus manos rozan o el ambiente no te exige golpearle directamente en la cara; tú corazón se acelera, tus sentidos se agobian, y si pudieras hablar, seguramente solo podrías decir una ensalada de palabras que te dejase en peor ridículo del que ya haces. Por eso agradeces que él sea quien habla por los dos, que comprenda las ideas que quiera transmitir aún sin impregnarlas en tus labios, obligándote a preguntarte que tanto te conoce como para acertar la mayoría de las veces en lo que estás pensando.

Secrets of the cityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora