Sleepover

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¿Hasta cuándo es apropiado utilizar la oración "fiesta de pijamas" para describir la acción de compartir la habitación con alguien por una noche?, porque en esos momentos es el único término al que le queda por aferrarse para no pensar en la literalidad de la situación, para olvidar que quien duerme al otro lado de su cama es su némesis, y sobre todo, para fingir que no está obsesionado con la situación en cuestión.

Había sido una tarde caótica, desde el hecho de casi perder una de sus prótesis hasta la noticia de una nueva celebración para Roger; su mente pasó bruscamente del éxtasis a la inhibición de cualquier rastro de felicidad, lo que provocó naturalmente que estuviese vagando con la mirada vacía hasta que el agente secreto, tan noble como la representación de sus causas, acogió sus malestares en una pequeña seña en la que prometió quedarse si eso era lo que quería.

Y supone que lo hacía, porque tan pronto parpadeó, el Agente P ya había intercambiado su fedora de trabajo por la de descanso. Incluso se había retirado su gabardina, doblándola con precisión antes de cuestionar con gestos si estaba bien si lo dejaba temporalmente en el respaldo del sillón. A lo que asintió solo para seguirse cuestionando en silencio qué es lo que se supone estaba pasando.

No duró mucho en ese bucle de pensamiento cuando lo detuvo con ese remarcado gruñido que advertía con golpearle si no recordaba cómo respirar.

Por lo que inhala, exhala, en cada respiración se permite contar hasta 10 de forma ascendente y luego al revés, hasta que lo ve ahí, sonriéndole con orgullo mientras promete, como el buen tipo que es, que por ese día no debe preocuparse por lo que almorzará debido a que tiene la libertad de ordenar toda la comida a domicilio que decida de forma gratuita. Esta será su tarde, exclusivamente suya.

Algo se retuerce en sus entrañas, una sensación cálida, nerviosa; se siente como cuando llegó América. No es algo que estaba en sus planes pero definitivamente fue algo bueno.

La sensación incrementa cuando el celular personal del hombre se extiende a su persona, tan confiado como si su vida privada no estuviese a solo unos cuantos deslizamientos con el dedo; pero sabe que Perry le ha otorgado poco a poco gramos de sí mismo, fuera de las etiquetas que conoce, que jamás lo traicionaría. Podría ser un villano, pero jamás alguien quien apuñale por la espalda a su lugar seguro.

Así que busca opciones, eligiendo algunos alimentos dulces para la noche, cuando la ansiedad se haya esfumado, y platos salados para ese momento, buscando una sensación que lo devuelva a la tierra.

Dado que Perry el ornitorrinco no lo hace plantearse en la realidad, al contrario, hace que sienta que sus pasos cada día se vuelvan más ligeros, como si flotara después de tanto tiempo de haber estado arrastrando los pies.

Mientras esperan la comida, deciden ver el capítulo de la novela que ambos han confesado estar siguiendo desde el primer capítulo, por lo que se sientan, nada acurrucados en el sofá, carcomiendo por el prohibido romance que se oscurece con cada intervención de los antagonistas de la trama; sabe que en ningún momento se ha callado sus comentarios o críticas. Lo sabe muy bien debido al bufido que suelta, mismo que se convierte en una sonrisa la cual se tensa de forma tan escandalosa que la risa es inevitable, lo que hace que se avergüence más.

Tiene una bonita forma de reír pese a que el sonido queda a su imaginación.

Cuando la comida llega no hay cambios agresivos, todos son tan sutiles como el toque de una pluma, lo que hace que ambos se puedan desenvolver en una conversación en la que el hombre de cabello turquesa destaca por su gran capacidad de hacer las preguntas adecuadas para incentivar la conversación. Por lo que incluso los salseros se vuelven parte de las extensiones de las representaciones visuales de la historia, donde objeta cuando se les acusado de redundante cuando los nombres evidencian claramente un juego de palabras terribles.

Al momento de finalizar la comida, su némesis insiste en ser quien lave los platos, lo que hace entonces que peleé por ser quien los sequé, rechazando la idea de ser un proyecto de benevolencia.

Aunque no lo es, se lo aclaran; el hombre moreno podría decírselo en todos los idiomas y lenguajes, lo sabe perfectamente. Porque sabe que murmurara quejas apenas utilice su principal arma: su mirada penetrante que no lo deja desviarse a otros lados que no sean ese tono chocolate.

Una trampa mortal, si alguien pregunta, porque no existe algo tan malditamente expresivo como frío como su mirada.

Entonces limpian en un cómodo silencio, mismo que es incapaz de sostener cuando comienza a hablar por hablar, impulsado por una sensación misteriosa. Eso hace que Perry escuche por el mero hecho de que desea escucharlo; una idea que ha aceptado a la fuerza, porque de todas las veces en las que ha expresado que ya debe estar agobiado de sus conversaciones interminables, le ha jurado sobre su propia duda lo contrario: podría escucharlo todo el tiempo que lo requiera. Porque es entretenido aún si a veces es desastroso.

Como sus planes, como sus salidas.

Como ellos.

Entonces la tarde se extiende entre otras actividades de las cuales ha olvidado el orden, no sabe si han jugado primero un juego de cartas, si vieron la película pendiente de su última noche de películas, si platicaron sobre todo y nada; de la única actividad de la cual logra ser plenamente consciente como la última, es cuando la noche inevitable cae sobre ellos, advirtiendo sobre el adiós tan complicado de pronunciar.

Si acaso lo hiciera.

Al contrario de todas las ocasiones previas donde pidió un poco más de su tiempo para estar acompañado, es su contraparte quien le cuestiona si puede pasar la noche ahí; lo que acepta, aún si la piel le vibra en preguntas sobre el motivo y un latente "¿qué importa?" el cual, definitivamente, incita a simplemente disfrutar de ese hecho como si se tratase de un sueño del cual podría despertar en cualquier momento.

Entonces ofrece su habitación, debido a que el cuarto de huéspedes actualmente sufre algunas...reparaciones. Por no decir que tiene la enorme marca del cuerpo de Norm posterior a un accidente; a lo que se niegan con el argumento de que pese a a ser el huésped, se sentiría mal de hacerlo dormir en la sala.

Discuten, pelean, hasta que llegan al punto de partida.

Entonces, ¿es una fiesta de pijamas? No lo sabe. Tampoco está seguro si es lo mejor llamarlo así, o si sería peor darle alguna otra categoría. Tantas dudas, tantas posibilidades...

De pronto deja de pensar cuando lo golpean en la cara con la almohada, exigiéndole que deje de pensar demasiado alto a esa hora de la madrugada; a lo que se disculpa mientras lo insulta, consiguiendo un somnoliento quejido que se ahoga cuando se acerca a su persona, rodeándolo probablemente de forma inconsciente.

Es un abrazo, uno que une todas las piezas que no parecían encajar durante el día...su vida.

Suspira, luego bosteza; por algún motivo sus párpados se sienten pesados.

Ojos cerrados, aire caliente chocando detrás de su cuello.

Pijamada o no, esa noche es confusamente agradable.

Secrets of the cityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora