Confrontation

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Rostros conocidos pasean por la sala de conferencia, gesticulando entre un mar inconsciente el mismo sentimiento que le hace hervir la sangre desde que se volvió por primera vez espectador de la indiferencia y la decepción injustificada, la cual solo aumenta cuando los gestos impropios cambian a un gusto genuino de interés cuando el foco de atención no está colocado sobre la "decepcionante" figura, la cual se esfuerza de una forma tan inhumana por encajar con su propia sangre, que hace que respirar sea tan incomodo por la electricidad desagradable que quema los nervios de su piel.

Perry podía saber perfectamente qué dirían, como lo harían, podría incluso recrear conversaciones enteras sin esfuerzo alguno, dado que ni siquiera necesitaba que ellos hablaran directamente con él para reconocer las comparaciones que formularán con sus palabras; porque pareciera que, sin importar cuánto cambie el mundo, ellos no lo harán. Al menos, no de la forma en la que deberían.

Siempre serán la marca permanente en un mundo que ha sido destruido y reconstruido cientos de veces; e incluso si quisieran fusionarse entre las múltiples metamorfosis que el ex científico malvado ha desarrollado, son incapaces de encontrar la forma correcta de hacerlo.

Porque esta es una historia escrita para repetirse eternamente, sin importar todas las variables que existan. Porqué por toda la eternidad habrá un vencedor y un perdedor, habrá una forma de que lo más paupérrimo de la humanidad sea lo único que merezca Heinz Doofenshmirtz...

¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué alguien debería aceptar aquello?

Inclusive ahora que el mismo Roger lo reconoce ante su familia, ante Danville, ante las propias sombras de Doof, nadie parece impresionarse por una verdad dolorosamente obvia: Heinz es bueno, algo torpe, y un poco, tal vez bastante dulce, un consuelo para aquellos que caen y una inspiración para quienes no han parado de levantarse desde el primer tropiezo.

Pero nadie se impresiona, nadie lo dice, ni siquiera lo reconocen. Tan solo pasan de largo el evento, como una reunión familiar en la que solo destaca lo infamiliar que es; porque no es ellos en esencia, solo la genética los ata.

Y duele; duele porque sabe que para él, hay algo más que simplemente una herencia de ADN.

«No importa, estoy acostumbrado» le habían asegurado cuando lo invitaron, prometiéndole que este no era un problema, específicamente, su problema.

Le aseguraron que era como una pequeña trágica comedia familiar. Una anécdota más, otra historia traumática que contar cuando la noche se vuelve insomnio.

Ya había sobrevivido a ellos, estaba trabajando sobre eso; podía hacer esto otro día más. Ya lo había demostrado, lo había visto con sus propios ojos.

Confiaba en Doofenshmirtz, como quizás nunca confiaría nadie más en el mundo; reconoce su fortaleza, su inteligencia, su resiliencia...esto no debía ser un problema.

Pero lo era. Nunca dejaba de ser su problema.

Lo fue desde que lo asignaron como su villano, lo fue cuando se volvieron némesis, se volvió completamente su asunto cuando, en las más íntimas confesiones, lo convirtió en su roca, su estabilidad, su lugar seguro.

La inestabilidad, aún entre todas sus peleas, confió en que defendería lo que era bueno, que siempre haría lo correcto; que ya no había porqué temer, porque por algo era el mejor agente secreto. Siempre estable, confiable, imperturbable. El mundo podría caerse y juró, con una convicción que haría temblar al más fuerte, que nadie tiraría sus cimientos.

Solo que sus sentimientos dejaron de ser una base sólida de indiferencia desde hace mucho tiempo.

Así que erupciona cuando finalmente encuentran el límite de su única excepción.

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