Just (not) be friends?

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Ninguno cede a comenzar la conversación, y si bien era extraño para el agente que Doofenshmirtz no haya mostrado el atrevimiento de siempre para abordarlo con nueva información de su día, no pudo siquiera cuestionarlo. Estaba ocupado luchando consigo mismo y la importancia de las etiquetas que en ese preciso instante exigían ser seleccionadas, en especial, cuando los títulos dirigidos a su persona ―entrenador de agentes, tío, compañero, amigo― se sentían ajenos, irrelevantes, una mentira tras otra. Y es absurdo, al grado de hacerle sentir estúpido, ¿cómo es posible que un tema así pudiera hacerlo sentir tan...nervioso? Ha experimentado el mismo miedo, la sensación de balancearse entre la vida y la muerte, la desesperación calando en sus dedos; sin embargo, está sintiendo vértigo por una invasiva pregunta.

¿Son solo amigos?

Si no eran solamente eso, ¿qué eran?

Ninguno reflexionó el tema al parecer, y por sorpresivo que sea, ni siquiera analizó los actos que hacían. Estaba bastante normalizado a visitarlo de vez en cuando, ya sin siquiera ser su obligación, recogerlo en los días en que ambos coincidían sus horarios, salir a caminar, beber un té, trasnochar viendo alguna novela que rozaba a los niveles de comedia. Y, por sobre todo, pasó por debajo del agua todas las veces que se besaron, a veces como un gesto tierno depositado en la frente o en la mejilla, otras veces, muchas veces, en los labios. Despidiéndose desganadamente ante la obligación, prometiendo pasar el tiempo en otro momento con una sonrisa.

El calor sube a su rostro, su imagen lucha contra el deseo de cubrirse el rostro y gritar tan fuerte como pueda, incluso si solo hay más silencio. Pero se sostiene en un perfil sofisticado, frío; los años de entrenamiento siempre pasan factura, a veces para bien, a veces para mal. En este punto, no sabe a dónde se inclina la balanza.

No son némesis, no como antes, ya no hay peligro de mostrar cosas, contarlas. Lo sabe porque lo ha hecho, a medias, los pasos para decir que hay en su cabeza son más pesados y enredosos de lo que hubiera esperado. Cosa que estaba bien. Él es un hombre paciente, ambos lo son.

¿Pero ahora sirve de algo tragarse las palabras? ¿De qué sirve esconderlo todo si eso ocasiona que no puedan siquiera encontrar sus miradas?

Exhala más aire del que cree poder cuando el castaño llama su atención.

"¿Puedo preguntarte algo?"

Intenta evitar firmar con sus manos que técnicamente lo está haciendo.

«Claro».

Las puntas de los dedos chocan contra la porcelana de la taza, inquietado.

¿Por qué debería preocuparse tanto? Heinz no estuvo presente en la conversación, no de una manera física, solo mencionada. Es imposible que sepa el problema que se enreda en su cabeza.

"¿Somos amigos?"

¿Desde cuándo triunfa en sus planes (no) malvados?

Apenas asiente con la cabeza, aferrando la siniestra en el mango de la taza para excusar su falta de señas, incluso presiona los bordes de la misma para beber algo del líquido ya casi frío para, de cierta forma, no verse traicionado por los labios inquisitivos. Desea como repudia la idea de preguntar, de cómo ha llegado esa duda a su cabeza, saber si ha vuelto a dispararse con un inador para leer las mentes. Empero se queda detrás de la línea divisora, siendo prudente a la par que se tienta en no serlo.

A veces las medidas que debía tomar chocaban contra su naturaleza.

Lo ve sobar su cuello, volviendo a esquivar la confrontación.

Esta no es la danza a la que están acostumbrados.

Quiere ofrecer una pelea casual, sin heridas demasiado reales, un viejo recuerdo del ayer para sobrevivir al ahora; luego ve ese azul inquietantemente franco, haciéndolo sentir expuesto, demasiado para lo que está acostumbrado. Frunce los labios, dudoso de las soluciones que se hilan en su cabeza; ¿está yendo más allá de lo que está pasando en esa habitación?

Secrets of the cityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora