PRÓLOGO

136 26 0
                                    

—Si decides enfrentarte con él lo estarás arriesgando todo, Risa.

Lo sabía. Y eso era lo peor que podría llegar a pasarme llegado a este punto.

—No me importará—mentí, reprimiendo una mueca de desagrado.

Él sonrió, rozando sus fríos dedos contra mi mejilla en ese gesto tan íntimo que habíamos acordado cuando el otro necesitaba ayuda.

—Ahora dices eso—replicó con la voz algo tensa, débil, muy diferente a su tono cálido de siempre—, ¿pero qué pasará cuando tu vida y los que te rodean te importen más de lo que piensas?

«Ya es tarde» quise decirle «esos que siempre están conmigo ya me importan más que yo misma. Y tú lo sabes mejor que nadie aunque no me lo digas directamente. »

—No soy alguien carente de emociones y sentimientos, ¿sabes? Y debo admitir que esos que mencionas se han arraigado de alguna forma dentro de mí... Y no sé como sentirme.

—Ya lo sabrás.

Asentí.

—Perdón por mentirte. La verdad sí me aterra perder todo y a todos...

—Lo sé.

—Y si ellos se ven amenazados por mi culpa deberé usar la última opción que me queda,—mencioné su nombre una sola vez, como pidiendo su comprensión y, claro está, también su aprobación.

—¿Y cuál es esa?—preguntó, sabiendo ya a lo que me refería, apartándose ligeramente de mí para verme de frente, buscando algún indicio de temor en mi inexpresivo rostro.

—Destruirlo—respondí con tranquilidad, casi con un horroroso desinterés.

—¿Sin importar las consecuencias?

Tonto, él sabía cuáles eran las consecuencias y me hablaba de esa manera para probarme. Pero lo que tenía más que claro era que no actuaría sin su consentimiento, no en este caso.

No ahora… no cuando mi vida y mi estabilidad mental y emocional dependían de eso.

—Necesito saber qué piensas tú de eso antes de darte una respuesta.

—Si tanto deseas que te responda, bien. Lo que quería que dijeras es que él merece lo peor y que es hora de que pague. Solo eso.

—No sin tu permiso. Tú también te estás sacrificando por esto, D—lo miré con seriedad—. Y te debo suficiente. Así que por favor dime si lo permites.

—Sabes cuál sería mi respuesta, Risa.

Un rotundo, claro y doloroso sí.

—Además, no puedo prohibirte nada, a nadie en realidad—siguió diciendo—. Y él ya te ha hecho suficiente daño, yo no quiero ser como él, ¿entiendes? Cada día que pasa siento que puede llegar a aparecer y causar cosas de las cuales hasta tú te horrorizarías.

Suspiré, cansada.

—Siempre tan emocional, D. ¿Cuándo es que aprenderás a ser más frío?

—El día en que me convierta en un bloque de hielo—bromeó—, para entonces seguiré haciendo gestos que te aburran sin mostrar mi interior perturbado.

Apreté su mano con la mía, trasmitiéndonos las mismas energías negativas que chocaban entre sí, mezclándose al fin en algo extraño como nosotros mismos.

—Gracias—lo observé a esos ojos negros, distantes, casi cubiertos totalmente por sus pupilas, y me di cuenta de que aunque tuviera los mismos deseos de vivir que yo para él era muy diferente.

Terriblemente diferente.

Me devolvió el apretón y juntó su frente con la mía.

—Acaba con él, Risa—me susurró—. No importa si me destruyes en el proceso.

—No—lo corté—, si hay oportunidad te liberaré. Lo prometo.

—No prometas nada. A veces las promesas son vacías.

—Las mías no.

Sonrió.

—Lo sé, pero quiero ver acciones que detonen cambios, Risa. No promesas sin sentido que talvez cuesten cumplirse.

—Entonces intentaré cumplir mi palabra, y cuando nos volvamos a ver te diré “te lo dije” sonriendo de oreja a oreja, mostrándote que también puedo hacer eso.

—Hazlo. Y no dejes que nadie interfiera con esto. Mantén seguros a esos que quieres. Incluido tu chico sonrisas.

Le di un ligero empujón y, sin siquiera verlo venir, me abrazó.

Le correspondí con lágrimas nublando mis ojos y un nudo instalado en mi garganta, con miedo, con ansiedad reprimida y con inmensas ganas de gritar y aferrarme por un largo tiempo a su cuerpo firme, protector y cálido.

No lloré.

No lo hice por más que quisiera hacerlo.

No quería preocuparlo, no quería causarle más problemas…

No más.

Cuando nos separamos nos miramos por largo rato, diciéndonos de todo con los ojos. Entendiendo perfectamente que por ahora este sería nuestro último abrazo.

Nuestro último día en el que teníamos esperanza.

Estrella RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora