Capítulo 9

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Risa Braght

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Risa Braght


De nada me serviría contarles todo lo que viví y descubrí de un solo tirón. Porque como decía Rouse: "¿Así qué chiste?"

Por eso te pido paciencia, observa todo a través de mí y procura, si es posible, confiar en tu instinto siempre.

Aún en la fiesta y pensando demasiadas cosas las cuales confundían mi cabeza, Liam tocó mi hombro y me miró con una expresión inquisitiva, sacándome de mi estado de letargo.

—¿Estás bien?

Asentí y terminé de beberme el vaso de refresco, limpié mi boca el dorso de mi mano y lo miré.

—¿Sabes lo que quiero?—dije con voz neutral haciendo referencia a las bandejas repletas con fresas bañadas en chocolate.

Pero Liam tenía otra idea de mi petición, y mirándome con una nueva expresión maliciosa, sonrió.

—¿Un beso?—sugirió con la voz ronca.

En serio que lo odio.

—No—baje la voz para añadir—: pero sigue insistiendo, puede que después sea posible.

—¿De verdad?

—No, era broma.

El puso los ojos en blanco.

—Era demasiado bueno para ser verdad.

Rouse salió de la casa con un bolso tan lleno que la inclinaba hacia un lado cuando intentaba caminar derecha. Se acercó a nosotros, nos saludó, puso el bolso en una silla desocupada y se unió a los juegos que iban a iniciar, en donde también me vi arrastrada por Liam, aunque me negué a participar (o al menos en la mayoría)

Primero empezaron pegándole la cola al... ¿Qué era esa cosa? Ni siquiera tenía forma. Parecía una mezcla entre un burro, un conejo y una vaca. Layen dijo que era la obra maestra de una de sus primas de 3 años.

Después bailaron alrededor de varias sillas hasta que uno se quedaba parado o en el suelo. Todo dependía de la agresividad de los participantes.

Los juegos siguieron y siguieron, animando a todos los presentes con carcajadas y gritos. Los premios que Layen daba eran buenos, e iban desde paquetes de dulces hasta juguetes caros, cosméticos, maquillaje y camisetas con las caras de jugadores de fútbol. Todo variado igual que sus invitados de todas las edades.

La abundante comida no pudo faltar, y los recién llegados asistentes de la señora Tina distribuyeron tantos platillos distintos que solo me quedó espacio suficiente en el estómago para el pastel.

Dominik acompañó a su hermana a repartir gorritos de colores y trompetas a todos, y mi prima y Liam aceptaron tantos que no sabían ni dónde ponérselos.

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