6. La niña perfumada y la niña maloliente

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No se ustedes, pero con este titulo yo ya empecé a sufrir... 

...

Era como haber visto esta escena antes. Katniss sentía que se había transportado a una dimensión alterna. O que estaba viviendo un... ¿Cómo se llamaba? ah si, deja vú. Así se había sentido durante gran parte de la tarde / noche. Aunque si ponías atención, podrías notar cosas muy distintas. 

Katniss se sentía tan tonta. ¿Cómo no supo que la tan nombrada Perla era hija de Mellark? Es que, hasta se había topado con sus fotografías en distintas ocasiones mientras hacia la limpieza. A veces pecaba de despistada. Pero ahora que la había visto en carne y hueso, era más fácil asociarla cuando volvía a pasar cerca de algún portarretrato.

Perla Mellark era el vivo retrato de su padre. Cabello rubio y rizado, ojos color azul como el mar, rostro fino con un toque de inocencia, y piel blanca como la leche. Si que era muy hermosa, como le había dicho su patrón por teléfono. Y encantadora a la vista, pues aun no había tenido el gusto de estar cerca de ella. 

—¿Qué haces ahí paradota? Ya viene el momento del pastel.

Alma había salido de quien sabe donde, y casi hacía gritar a la castaña de un susto. Pero logró reprimirse. Que vergüenza hubiera pasado si un chillido salía aparentemente de la nada. Aunque pensándolo bien, tal vez ni siquiera lo notaban. Todos parecían estar demasiado inmersos en sus asuntos. 

Mientras Katniss volvía a la cocina para comenzar a acarrear los platitos pasteleros, y tener listo el té, continuó proyectando en su cabeza aquellos recuerdos.

Todo esto era muy parecido a las fiestas que se hacían en la casa de Melania. Su padre, el señor Heavensbee, nunca escatimaba en gastos cuando se trataba de su heredera. Recordó esa ultima oración con la voz de aquel hombre. La verdad es que tanto su amiga como Katniss sabían que todo aquello lo hacía mas para quedar expendido ante la sociedad, que por amor sincero a su hija. Pero bueno, la pequeña Melania (de ese entonces) había aprendido a aparentar ante el ojo publico. A pesar de la relación tormentosa con su padre, lograba transformarse en la hija más cariñosa y refinada que cualquiera quisiera tener. Bueno, tampoco es que tuviera que fingir tanto, pues Katniss sabía que su amiga tenía esas virtudes y más. La cuestión era que con su progenitor era difícil serlo por el trato que recibía de él.

Justamente en una de las tantas fiestas que se daban en la hacienda Heavensbee, fue como Katniss conoció a Melania. 

La ojigris siempre escuchaba de las grandes fiestas que se hacían en aquella casa, donde solo iban personas selectas, llenas de clase. Y la única manera de que alguien de un estatus bajo entrara, era como sirviente.

—Papá dice que necesitan niños —le dijo Gale, una tarde mientras iban camino a casa, cargando unos jarrones de agua del lago —Me ha apuntado en la lista, ¿quieres ir?

Pero la chica ignoró la tentadora propuesta de trabajo, y sus pensamientos se quedaron en su primera oración.

—¿Por qué necesitarían niños?

—¿Importa? Dinero es dinero.

El moreno tenía un punto. Las condiciones de ambas familias no estaba para cuestionar nada. Todo se reducía en un "Le entro" cuando se trataba de trabajo, sin fijarse en si la paga era buena o no. Ella había sido testigo de largas jornadas laborales que hacía su padre, a cambio de unas cuantas monedas, las cuales hacían la diferencia entre si tendrían cena esa noche o dormirían con el estomago vacío. 

Por lo anterior, tanto Gale como Katniss habían empezado a trabajar desde pequeños. El chico por lo general hacía trabajos que involucraban la fuerza bruta, como cortar y acarrear madera, cargar las bolsas de mandado de señoras, empujar carretillas de arena para las construcciones. Ella no sabía si esa era la razón de que su amigo se hubiera desarrollado anatómicamente más rápido que el resto de los niños que conocía, o tal vez así ya estaba predestinado. 

El secreto de Katniss | EverlarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora