Se removió en la cama y con sus manos buscó a la diosa a su lado. Al no encontrarla, abrió sus ojos despacio para que se acostumbraran a la luz. Su ceño se frunció al descubrir que el lado de Zafira se encontraba vacío y que ella no parecía estar dentro del cuarto. Sus ojos negros revolotearon por toda la habitación hasta que dieron con su ropa, doblada sobre una de las sillas. Suspiró e intentó volver a conciliar el sueño, mas no pudo. Su cuerpo estaba cansado de permanecer tanto tiempo en la cama, necesitaba moverse, caminar, estirar sus músculos.
—Esta ropa no es mía —se quejó en voz baja.
Era negra, como la que usaba siempre, pero el material era diferente, más elástico y cargado de jaixz. Era la tela que Zafira había inventado para que Rix utilizara cada vez que se transformara en raix, estaba compuesta del único material que no se desgastaba al ser absorbido por la transformación.
Se vistió sin dejar de refunfuñar e intentó obviar el hecho de que esas prendas significaban que Zafira, y probablemente el resto de su familia, pretendía que él comenzara a asimilar esa parte de su naturaleza que tanto detestaba. A él le resultaba imposible el aceptar su parte raix, no importaba si su padre era uno, tampoco si a la diosa le fascinaban esas criaturas. Nian simplemente sentía un rechazo inexplicable, había una sensación en su interior que lo repelía cada vez que intentaba aceptar esa parte de él.
Terminó de vestirse y se sentó en la cama. Sonrió de lado al saber que ya no debería pasar todo su día en ese insípido cuarto de la antigua aldea. Sus últimas semanas en ese lugar habían sido un martirio. Estaba harto de las paredes y pisos de madera negra. Ya no quería saber nada de las casas en los interiores de los árboles. Necesitaba volver a la casa que compartía con Zafira en la tierra de los dioses. Anhelaba regresar a lo que él consideraba su hogar, a pesar de que sabía que eso no sería posible, no con lo débil que se encontraba. El regresar solo significaba exponerse a un peligro que Zafira consideraba innecesario.
«¿Dónde estás?», le preguntó a la diosa a través del vínculo.
No obtuvo respuesta, así que se levantó de la cama y salió del cuarto. Se detuvo a pocos pasos de la puerta. Era la primera vez que salía del cuarto desde que había despertado allí luego de su ascensión. No conocía la casa, solo sabía que estaba en la tercera planta que y el resto de su familia se hospedaba en el piso inferior.
«¿Zafira?», dudó. Pero ella una vez más no le respondió.
Nian se pasó una mano por el cabello, indeciso. La diosa debía estar ignorándolo, la conocía. No iba a ayudarlo, no si al hacerlo lo obligaba a utilizar su lado raix.
Su estómago rugió y sus jaixz actuó por instinto. Sintió como las puntas de sus dedos se enfriaban y se calentaban de golpe. Elevó sus manos a la altura de sus ojos. Estaban cambiando de forma. El color negro y los surcos en su piel comenzaron a extenderse desde sus manos hasta la altura de sus codos. Sus ojos se volvieron por completo negros, no obstante, la transformación no avanzó más que eso. Se contuvo, no le permitió a su cuerpo cambiar del todo. Y se concentró en su jaixz amplificado por su naturaleza raix. Buscó en su memoria la esencia de la diosa, las marcas imposibles de replicar que tenían su poder y permitió que su jaixz se expandiera por la habitación. Pocos segundos después, un hilo celeste se elevó en el suelo y le enseñó el camino que había tomado la diosa.
ESTÁS LEYENDO
La caída de los dioses [Destinos 2] Pausada
FantasyCon Aleck despierto y con el poder de Nian cada día más descontrolado, el destino de Rionix nunca se vio peor. *** Ni siquiera el esfuerzo de todo Rionix será suficiente para contener lo que se avecina. Matanzas, rebeliones, engaños, olvidos y descu...