Capítulo 12: La primera incursión en el destino

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Se habían preparado por semanas, por meses para por fin poder ingresar al destino como se suponía que lo hacían los videntes hacía siglos

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Se habían preparado por semanas, por meses para por fin poder ingresar al destino como se suponía que lo hacían los videntes hacía siglos. Zafira y Ranx les habían enseñado todo lo necesario para que ellos pudieran ingresar en ese bosque dorado y esquivo sin perderse. Si lo hacían bien, podrían pasar horas allí dentro y encontrar la información que de verdad necesitaban. Y era importante que ellos triunfaran en esa primera incursión. Zafira les había confesado hacía tan solo unos días que el destino la estaba repeliendo, que había algo que intentaba ocultar y que no quería que ella descubriera. Algo que ellos iban a tener que buscar, algo que estaba relacionado con la guerra, con Rionix, con Nian y con Aleck. Algo importante y peligroso. No podían fallar.

—¿Listo? —cuestionó Clerick hacía Linck.

El niño le asintió. Clerick soltó todo el aire que había en sus pulmones y se encaminó al exterior de la biblioteca. Debían ir al punto de los árboles dorados, eran los que más se parecían a los del destino, los que les permitirían generar un vínculo mayor entre ellos y esa energía extraña que dictaba el actuar de las personas.

—¿Y si fallamos? —preguntó el niño de ya trece años.

Clerick no respondió.

—Clerick...

—No lo sé, Linck, creo que no tenemos esa posibilidad —murmuró e intentó despejar su mente de las emociones negativas.

—Pero...

—Lo mejor va a ser que no pensemos en eso, va a distraernos y debemos estar concentrados —replicó el mayor de los dos.

El príncipe observó de un lado a otro, repentinamente incómodo. Comenzaba a sentir una enorme presión sobre sí. Ni siquiera se había planteado la idea de que podría fallar hasta que Linck lo mencionó. Ese inconveniente no había estado dentro de sus contemplaciones y no tenía ningún plan de respaldo por si llegaba a ocurrir.

—Aquí va a estar bien —murmuró el mayor de los hermanos.

Se sentó a los pies del árbol, justo donde dada de lleno la débil luz solar. Ya casi terminaban de entrar en otoño y los días cada vez eran más fríos, lo que significaba que pronto la conexión con el destino se haría más débil, porque los árboles comenzarían a perder sus hojas más rápido.

—Tu mano —pidió Clerick y sus ojos plomizos dieron con los de su hermano menor.

Linck le tendió la mano sin dudar, conocía bien el procedimiento. Cuando Clerick la tomó, el contraste de las temperaturas lo desconcertó, más no dijo nada. Entrelazó los jaixz de ambos para que tuvieran un mayor acceso al destino y cerró sus ojos. Linck lo imitó. Ambos se concentraron en sus respiraciones, en la energía que fluía de los árboles al destino, en el sonido del viento meciendo las ramas, las hojas cayendo...

Abrieron sus ojos y observaron con un deje de alivió al enorme e infinito bosque dorado, el bosque del destino.

—No te alejes de mí —pidió Clerick mientras le soltaba la mano.

La caída de los dioses [Destinos 2] PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora