Capítulo 6: El despertar de las aguas

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El viento sacudió con fuerza las ramas de los árboles

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El viento sacudió con fuerza las ramas de los árboles. Las hojas se soltaron de sus ramas y se deslizaron con la fuerte correntada, pero antes de que pudieran llegar muy lejos, las gotas de agua de la tormenta impactaron contra ellas y las empujaron hacia el suelo. Un relámpago iluminó el cielo y segundos después el sonido del trueno retumbó en toda la antigua aldea. La lluvia se desató con más fuerza, como si el clima estuviera enfurecido. El suelo pronto se llenó de enormes charcos de agua. La tierra se ablando y tomó la apariencia de un pantano. Los rayos comenzaron a caer sin piedad, impactando contra los árboles más altos. El viento se volvió más feroz, violento.

Desde el interior de la casa del árbol, Zafira observaba la tormenta a través de la ventana escarchada. Sus ojos dorados reflejaban cansancio y abatimiento. Ella se sentía agotada, tanto emocional como físicamente. Y no podía hacer nada al respecto. Sus emociones no iban a apagarse de un momento a otro, por mucho que lo deseara. Y su cansancio físico era inevitable, como Nian aún no podía restaurar los zafiros de las tierras raix, ella era quien les cedía parte de su poder para ralentizar el deterioro de los cristales. Además, el extraño jaixz que envolvía a la tormenta no la ayudaba.

—Zafira —la llamó el uviem a sus espaldas.

Desde que Nian había vuelto de Mepalck que no hablaban. No porque el pelinegro hubiera hecho algo mal, tampoco por la última discusión que habían tenido. No, no era por nada de eso. No habían hablado porque ninguno de los dos sabía que decir. Nunca antes se habían encontrado en una situación similar, nunca antes se habían distanciado tanto como en las últimas semanas. Y, aunque los dos deseaban remediarlo, ninguno se atrevía a dar el primer paso. Ya no era por orgullo, sino por comodidad, ambos esperaban a que el otro iniciara la conversación, no querían ser ellos los que tuvieran que pensar las palabras complicadas o dar el primer paso.

—Zafira —insistió el chico y la diosa suspiró.

Sentía que, si hablaban, lo único que harían sería discutir y eso no era algo que ella deseara soportar en ese instante.

—No tengo ánimos para esto, Nian —murmuró la diosa y sintió como el pelinegro se acercaba cauteloso.

—Lo sé, puedo verlo —aseguró en un tono bajo, cálido. Se posicionó al lado de la deidad y fijó sus ojos en el cristal empañado por la respiración de ella—. Solo quería preguntar si sabías por qué la lluvia tiene esa aura extraña, me marea —informó y se volteó a verla.

Zafira despegó su mirada de la ventana para devolverle la mirada y suspiró. Últimamente eso era lo que más hacía, suspirar. Ya se le estaba volviendo una costumbre deprimente, porque ese simple gesto era suficiente para demostrar lo cansada, lo destruida que se encontraba. Porque sí, con cada día que pasaba, ella sentía que estaba más lejos de alcanzar su objetivo y con cada paso lejos que daba de él, sentía que un pedazo de su corazón se desprendía y caía en un vacío del que nunca iba a poder recuperarlo.

La caída de los dioses [Destinos 2] PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora