Capítulo 15: Secuestrando a la reina nueva

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Su respiración era acelerada; su corazón latía de forma frenética en su pecho; sus piernas ardían, al igual que la piel de su rostro, quemada por la luz solar, a pesar de que ya estaba empezando el otoño

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Su respiración era acelerada; su corazón latía de forma frenética en su pecho; sus piernas ardían, al igual que la piel de su rostro, quemada por la luz solar, a pesar de que ya estaba empezando el otoño. Se sentía agotada y destruida, llevaba seis días caminando sin parar para poder llegar a Citwot a tiempo. Seis días en que se lamentó no poder aparecer dentro de la aldea, porque simplemente no podía, aún no había recuperado todo el jaixz que Ritce se había apoderado en el parto. Y nadie la había ayudado a llegar porque había mentido y había dicho que ya estaba bien, que podía hacerlo sola. Lo había echo porque sabía que de otra manera no la dejarían venir, intentarían por todos los medios detenerla, en especial Nian. Y ella no podía quedarse, no si quería proteger a su familia. Por eso no se había detenido, aun cuando su cuerpo lo pedía a gritos, estaba demasiado cerca de Citwot como para rendirse, debía continuar.

Por fin luego de varios minutos logró vislumbrar un par de árboles de frío. Y ver esas plantas, cada vez más cercanas y numerosas, le dio fuerzas para continuar. La realidad era que no le importaba si debía dejar hasta su última gota de energía en llegar a la aldea. El sacrificio le parecía mínimo a comparación de perder a todos los que amaba. Por esa razón aceleró el paso y gruñó a causa del esfuerzo que eso suponía. Una vez que logró entrar en el sector de los árboles de fríos, sonrió al verse rodeada por completo de esos colores azules y verdes que la habían acompañado toda su vida.

Estaba en casa. Por fin, luego de tanto tiempo, había regresado.

Un nudo se formó en su garganta, ni siquiera había sido consciente de lo mucho que extrañaba su hogar, pero ahora que se encontraba allí, a tan solo unos pocos minutos de la aldea en la que había crecido, se daba cuenta de que había anhelado regresar desde el primer instante en que se había ido.

Escuchó unos pasos y se detuvo, al mismo tiempo que unas voces difusas rebotaban en los árboles, seguidas del ruido provocado por los cascos de dos caballos. Myra sonrió. Reconocía el sonido de los caballos de los guardias reales, así como también el leve y difuso jaixz que expendía las prendas de piel de lobo wentx, prendas que hacía meses que Myra no tocaba. Aunque eso no era algo que extrañara, no ella amaba con todo su corazón la ropa nueva que se había confeccionado con las telas que Nian le había dado cuando por fin se recuperó.

Corrió con paso ligero al lugar de donde provenía el sonido. Lo hizo de manera tan rápida y sigilosa que los guardias tardaron en notar su presencia y, cuando lo hicieron, se tensaron en sus caballos al mismo tiempo que le apuntaron con sus arcos ya listos para disparar. Ver esas armas provocó que Myra se paralizara mucho antes de que el guardia le ordenara que se detuviera. La princesa, o reina, observó con desconcierto los arcos y flechas que portaban los guardias reales y notó con cierto pesar que, como era de esperarse, las cosas en Citwot habían cambiado mientras que ella no estaba.

—¿Quién es? —cuestionó con tono autoritario la mujer.

Myra reconoció, por los patrones bordados en la piel de lobo, que la mujer era la capitana de la guardia real y eso la llevó a reconocerla.

La caída de los dioses [Destinos 2] PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora