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Un pequeño niño miraba con asombro a su maestra quien animadamente les leía un cuento a él y a sus compañeros. Sus ojitos brillaban ante aquella, desde su punto de vista, maravillosa historia. El príncipe Omega, encontraba un alfa, era un rey de un pueblo cercano a su reino, era el alfa perfecto; fuerte, atento, amable y servicial, el alfa soñado, que todo padre desearía para su Omega.

El menor juntó sus manos con alegría al escuchar el fin de aquel cuento, los dos habían terminado juntos, superaron todos los obstáculos que el camino ponía para ellos. Con ilusión miró a su maestra, aunque no sabía muy bien que es lo que decía o explicaba ya que en su mente solo cruzaban imágenes donde él encontraba al apuesto alfa y vivían felices para siempre.

Quería ser un lindo Omega que encontrara a su alfa, un alfa como aquel Rey.

Pero poco sabía el niño de la maldad en el mundo, y que definitivamente las cosas no podrían ser igual que en los cuentos de hadas.

Salió de su fantasioso mundo cuando vió a todos sus compañeros salir del salón directo al patio de juegos. El los siguió a pasos lentos, pero seguros, había visto que su madre Omega caminaba de aquella forma, por lo que siempre intentaba hacer lo mismo que ella.

Llegó con sus compañeros y se sentó en la mesa donde comían de su respectivo lonches hechos por sus padres.

- Namjoon. - uno de los niños llamó su atención. - tu serás un alfa... - dijo una niña, a lo que, el moreno con una mueca, negó rápidamente.

- Seré un Omega, como mi mamá...

- Los omegas son lindos y bonitos ¡tu no lo eres!

Cómo se atrevía aquella niña a decir que no podía ser un Omega, reprochaba Namjoon. Su madre siempre le decía que era lindo y bonito y su madre siempre tenía la razón, no esa tonta niña.

- Yo tendré a mi Príncipe alfa y...

Una risa lo hizo detenerse.

La risa provenía de la escuela al otro lado de la maya. Los niños mayores miraban con burla al moreno.

- Nunca serás un Omega, niño.

Namjoon hizo una mueca que se fue conviertiendo en un puchero que mostraba lo mucho que le había afectado escuchar aquello. Pero sabía que no podía tomar en cuenta sus comentarios, su mami siempre le decía que a las personas les gustaba criticar porque sentían envidia, y eso le reconfortaba por lo que ignoró aquellas palabras.

Aunque claro, el tiempo pasa y las frases se repiten una y otra vez, pero Kim realmente creía en que podría ser un Omega, o más bien esperaba serlo.

Namjoon quería creer que aquellas palabras que le decían sus compañeros eran solo envidia, su mami le había dicho que el podría ser lo que quisiera, pero cuando cumplió sus doce años y resultó ser Omega, no estaba del todo seguro de querer seguir siendolo.

Las personas que lo rodeaban le hicieron saber que ser una Omega no era bueno, y menos cuando no tenías la apariencia de uno.

Su cuerpo era grande y pesado, sus movimientos, en los que tanto empeño ponía para que fueran sutiles, solo lograban ser más toscos, su altura era superior a la de algunos alfas y su olor no era tan dulce como la de los omegas, tenía grandes y pesadas piernas, algunos rollitos se juntaban en su estómago, su piel no era pálida y sus ojos no eran de color.

Kim Namjoon no tenía nada de especial. Esas eran las constantes palabras que se repetía en su mente.

La dulce actitud con la que sentía comodidad de expresarse, se tuvo que ocultar. Solo quería evitar algún comentario innecesario que solo lo hiciera sentir mal.

"Actúa lindo porque es lo único que le queda a su intento de Omega" "Alguien tan gordo no puede ser un Omega" "Eres patético actuando de esa manera , no eres dulce ni te queda serlo"

El sin fin de comentarios "no dañinos" habían logrado que Kim ocultara su personalidad, que solo se limitara a hacer lo que los demás querían porque eso era lo mejor, o eso le hicieron creer.

Sus pasos pesados se escucharon por todo el comedor, haciéndole saber a su madre que el menor estaba entrando a la cocina.

La mujer, tiernamente volteó a verlo para acercarse y abrazarlo tiernamente. Era su adoración, era un regalo que creía ser concebido desde el mismo cielo.

Le habían dicho que era imposible que tuviera hijos, algo que entristeció mucho a los Kim, pero justo después de diez años, lo lograron, y a pesar de todas las dificultades que atravesaron durante el embarazo por la alta edad de la mujer y por las pocas posibilidades, su hijo estaba ahí.

- ¿Has dormido bien? - acomodó sus desordenados cabellos.

- Si... Creo que de más. - rió el menor sin separarse de su madre. Disfrutaba de sus caricias.

- Pero tienes el suficiente tiempo para desayunar antes de que vayas al instituto. - se separó para caminar hacia la barra donde preparaba los alimentos.

- No tengo hambre. - mintió aunque sabía que su madre la daría un sermón sobre la mala alimentación que tenía esos últimos días.

- No fue una pregunta. Ayer no cenaste y a penas probaste algo en la comida. Te enfermaras a este paso. - lo señaló con una cuchara para después poner un plato frente a él. - siéntate a desayunar.

Sin decir nada más, el moreno obedeció y se sentó a desayunar, siendo observado bajo la atenta mirada de su madre para que terminara toda su comida.

No paso mucho para que terminara y se tuviera que despedir de su madre para irse a la escuela.

Era su primer año de secundaria y le atemorizaba entrar, ya que podía observar como eran y definitivamente no quería estar ahí. Sería más molestado que antes y eso lo irritaba.

Camino a paso lento ya que no quería llegar y solo esperaba que algo le pasar que le evitara llegar a aquella cárcel. Pero sus pensamientos no fueron escuchados y llegó al instituto.

No sabía que le esperaba pero estaba dispuesto a afrontarlo con valentía.

- El piso tiembla cada vez que pasas por aquí... - escuchó a sus espaldas.

Apretó fuertemente la correa de su mochila y continuo su camino.

El día ya había empezado mal.








✨✨✨✨


Una disculpa por los errores y muchas gracias por leer 💞💞💞💞✨

No Es Un Cuento De Hadas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora