Prólogo

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Eran los ojos.

Los ojos que me miraban tan detenidamente, sin ni un pestañeo.

Era intimidante, podía lograr que haga lo que quisiera conmigo.

Mi estómago estaba totalmente revuelto por solo esa mirada.

Todo totalmente oscuro que la única luz que había era la que los ojos proyectaba en la habitación.

Escucho detenidamente todo lo que se escucha por medio de la pantalla de televisión -La cual parecía más pequeña de lo que era en esa inmensidad de habitacion‐ sin dejar de observar aquellos dos. Los cuales parecían juzgarme de gran manera.

Obedezco a todo lo que me dice. No me queda otra opción, en realidad.

Solo veía eso, era como una hipnotizacion verlos. No porque sean bonitos. Tampoco había mucho más para ver en esa inmensidad de oscuridad, sino que con tan solo mirarlos mi mente enviaba todas las imágenes de cualquier miedo que tuve alguna vez.

Miedo es lo que siento.

Podría decir que me mataba con la mirada.

Que buen chiste Chiara.

Era una mirada que podía frenar mi corazón si se lo disponía.

Sus planes para mi eran totalmente macabros.

Y yo no tenía más opción que obedecer.

Mi perdición se acercaba.

No podría frenar nada desde aquel día que decidí meterme en esto.

Nunca debí hacer aquello, nunca debí aceptar la ayuda de ese extraño.

El engaño de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora