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Chiara

Una tormentosa nevada en Manhattan se dispuso a no permitirme salir hoy.

Tenia clase de defensa personal, como todos los jueves. No podría ir, en la radio y en la televisión alertaban sobre esta nevada, con coches incrustados en la nieve y autobuses que no saldrían de las estaciones.

Podría tomarme un metro. Me congelaria probablemente si voy, no necesito un resfriado.

Aunque siempre fui bastante inmune a los resfriados y tener fiebre desde que Papá me abandonó, no me arriesgaré de cualquier manera. Ni siquiera sé porque continuó diciéndole así cuando es la persona que más desprecio.

Me abandonó a los 8 años cuando a Mamá la echaron de su trabajo como cocinera, le dijo cosas tan desagradables que después de 14 años, aún recuerdo. Cuando mi madre falleció dos años después de que el ser despreciable con el que comparto sangre nos abandonara, fui criada por mi abuela.

Ella fue quien me cuidó y me enseñó todo lo que sé, me llevo a un buen colegio en el cual me gradué con el mejor promedio. No podría defraudarla cuando hizo tanto sacrificio para que yo estudie.

Una de las tantas cosas que me enseñó fue que las mujeres no necesitan hombres, mientras que ellos nos necesitan más de lo que su estupido orgullo les haga creer.

Si me encontrara al hombre que me abandonó, no dudaría ni un segundo en asfixiarlo con mis propias manos.

El ruido de mi teléfono me saca de mis pensamientos mientras miraba el ventanal que da a la calle siendo totalmente tapada por el manto blanco.

—¿Si?

—Buenos días Chiara, soy Kleg— investigador y policía amigo mío.

—¿Cómo estás Kleg? espero que me estés llamando porque tienes información.

—Es exactamente por lo que me comunico contigo, encontramos un cuerpo con las características que me pediste.

Mis palpitaciones comienzan a acelerarse y en mi estómago se crea un nudo.

—¿Y tu crees que sea...

—No lo sé Chiara, realmente espero que no, pero... todas las características coinciden... cuando pase la tormenta podrías... pasar a reconocer el cuerpo.

—Claro que si, en cuanto pase un poco la nevada yo voy allí, muchas gracias Kleg— mi voz se entrecorta por el intento de llanto que trata salir de mi.

—Chiara, aún hay esperanzas de que no lo sea, no mates tu mente ni tus esperanzas en ello hasta que no lo veas por ti misma.

—Kleg, me conoces bastante y sabes que en mi las esperanzas no existen.

—Lo sé, pero también se que este tema es el que ablanda ese corazón de hierro sólido que tienes— evito largar una carcajada porque se que esta tratando de hacerme sentir mejor.

—No creo que sea tan así... pero bueno, en cuanto pueda iré a la estación.

—Claro, cuídate. Nos vemos.

Corto y voy a darme una ducha para sacar la tensión de mis músculos por un rato.

Luego de darme un baño con agua -casi- hirviendo, me siento en el sofá con mi computadora a tratar de investigar algo más.

Las publicaciones de investigación e informes que suben a la red son una mierda, al igual que los periodistas que escriben basura. Deberían poner el lugar exacto del delito, qué sucedió, sin tantos rodeos por la víctima, el victimario es lo que importa.

El engaño de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora