VII

6 0 0
                                    

Chiara

Cada mañana al despertar puedo sentir su ausencia en mi cama.

Recordar su rostro mientras descansaba su cuerpo junto al mío, abrazandonos mutuamente.

Sus ojos color cian que con la luz por las mañana se veían algunos tonos verdes en su iris.

Su sonrisa brillante, su risa tan preciosa que podía oírla todos los días y por un descuido mío ya no está a mi lado.

Después de tantos años de mi vida que era tan infeliz, llegó a mi vida para iluminarla.

Fueron los mejores 4 años de mi vida junto a la persona que más amo. Lo que más me da impotencia es que está con vida, y agradezco que así sea pero, si no fuera así, no dolería tanto su ausencia ya que podría superar la pérdida.

Tampoco podrías Chiara, no te engañes a ti misma.

Ignorando los pensamientos de mi mente, salgo de la cama para desayunar y nutrir mi cuerpo para comenzar el día.

Hoy sábado, debo continuar con documentos que me fueron entregados ayer gracias a Kleg, quien logró encontrar un par de pistas más.

El recuento con él no fue nada incómodo, seguimos como si nada hubiera pasado, aún que, la tensión sexual del ambiente entre nosotros continúa.

Presiono el botón de la cafetera para que comience, mientras repaso mentalmente lo que debo hacer hoy.

‐Lavandería
-Revisar documentos
-Ir al supermercado
-Tal vez invitar a Kleg a cenar...

La última me deja pensando -y deseando- sobre tener otro encuentro con Kleg a solas.

Logró superar mis expectativas sobre un hombre que sea inteligente, atractivo, que dé un buen orgasmo y el sexo sea bueno.

Muy bueno.

El sonido de el café listo me saca del trance. Tomo una taza de la estantería y lo sirvo dos centímetros antes del tope.

Al tomar un sorbo mi lengua siente el ardor gracias a las quemaduras por fricción en ella por lo que sucedió ayer.

En cuanto toco la puerta de la habitación, Albert es quien me abre con una sonrisa en su rostro.

—Pasa, Chiara— se hace a un lado y me permite pasar a un lugar que no es para nada como una habitación. Parece un centro de informática, hay muchas personas con sus respectivos escritorios y computadores en los cuales trabajan.

—¿Todos ellos trabajan para tu jefe?— consulto.

—Claro, sino no estarían aquí— dice con obviedad.

Volteo los ojos y lo sigo hasta otra puerta dentro de esa habitación. La abre y me encuentro con dos hombres más, una pantalla y otra puerta a un lado. Hay buena iluminación artificial ya que es de noche.

Los dos hombres me miran, uno está completamente serio y el otro con una sonrisa pícara.

La pantalla se prende y ambos voltean hacia ella, son los ojos lo que muestra.

—¡Bienvenida Chiara! siempre es bueno verte.

—No puedo decir lo mismo, no es un gusto y tampoco puedo verte por lo cobarde que eres. Solo dejas ver tus ojos horribles, totalmente patético— río sarcásticamente.

—Pronto me verás completo, deberás esperar bastante para verme, aunque, ya me conoces— eso me deja algo pasmada, ¿yo conocerlo? realmente no tengo idea quien es.— ya que te quedaste sin palabras, te explicaré que harás hoy para poder demostrarme que realmente te interesa conseguir información de la localización de mi rehén.

El engaño de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora